Un experto asegura que entre el 80 y el 90% de los pacientes con cáncer de tiroides se curan

Cáncer
Cuando las células cancerosas se comunican hay muchas proteínas que cambian constantemente su forma de interactuar entre sí.

Un porcentaje que se sitúa entre el 80 y el 90 por ciento de los pacientes que sufren cáncer de tiroides consiguen curarse, ha recordado el jefe del Servicio de Oncología Médica del MD Anderson Cancer Center de Madrid, el doctor Enrique Grande, con motivo de la celebración, este lunes, del Día Mundial de la afección.

«Es uno de los únicos tumores sólidos de los que podemos hablar de curación», ha apuntado el doctor Grande. La alta tasa de curaciones de la enfermedad, que cada año se diagnostica a 5.000 personas, de las cuales entre 3.000 y 3.500 son mujeres, se debe a la efectividad del tratamiento estándar para el cáncer de tiroides, cirugía para extirpar la mitad o el tiroides completo y aplicar radioyodo en los casos en los que hay alto riesgo de que la afección reaparezca.

Precisamente, el uso de yodación en el paciente se debe a que una de las razones que pueden explicar la aparición de este tipo de tumor es la falta de yodo. «Los problemas en la yodación del agua, como en España en las zonas de las Hurdes (Extremadura), genera una hiperestimulación del tiroides que causa el tumor», ha explicado el experto. Hipotiroidismo o hipertiroidismo no entrañan un mayor riesgo de desarrollar un cáncer de tiroides en el futuro.

No obstante, debido a las posibles secuelas de los pacientes tras un tratamiento quirúrgico, como disfonías o alteraciones al tragar, y la posibilidad de recurrencia, el abordaje del tratamiento del cáncer de tiroides exige un equipo multidisciplinar de profesionales expertos en el tratamiento de este tipo de tumores.

«No son necesarios sólo oncólogos médicos, sino que es importante implicar también a endocrinólogos, cirujanos, patólogos, médicos nucleares, enfermeros y psicooncólogos», ha subrayado.

«La mayor tasa de recurrencias se produce a nivel cervical, en muchas ocasiones porque la cirugía no ha sido todo lo completa que debería haber sido», ha enfatizado el especialista, que ha añadido que «el mayor factor pronóstico en estos pacientes es la recaída local de esta enfermedad».

Sin embargo, un porcentaje entre el 10 y el 20 por ciento de los pacientes no refieren funcionamiento para el radioyodo. No obstante, también existen opciones de tratamiento para ellos. El doctor Grande ha especificado la existencia de unas pastillas inhibidoras de tirosina quinasa que «se aprovechan de la debilidad de estos tumores, que es que producen muchos vasos sanguíneos. Lo que hacen es cortar esa producción y lo ahogan», lo que consigue «si no respuesta en términos de reducción del tumor, una estabilización prolongada», ha dicho.

En general, el doctor Grande considera que sí se ha avanzado en el tratamiento del cáncer de tiroides porque se ha conseguido aumentar la calidad de vida de los pacientes, la supervivencia global para el tumor y los tratamientos para los que no les funciona la yodación.

El especialista también ha querido referirse a los avances en este sentido a nivel de biología molecular. Sobre todo, ha hecho hincapié en el diseño de fármacos que «hacen diana sobre las alteraciones moleculares de los tumores», como los fármacos MEK, con los que se pretende «resensibilizar a los pacientes a los que no les funciona la yodación».

Por otro lado, la inmunoterapia también comienza a probarse en el cáncer de tiroides, aunque el doctor Grande no cree que sea el tumor en el que más éxito tenga esta técnica. No obstante, ha reconocido que «la combinación de fármacos, los inhibidores como los inmunoterápicos», puedan resultar en una sinergia.

Además, en el campo del tratamiento del cáncer de tiroides también se están llevando a cabo avances a nivel genético, lo que también consigue que mejore el tratamiento de la enfermedad.

Avances a nivel genético

El doctor Grande ha reconocido que no es habitual la realización de pruebas genéticas en este tipo de tumores. No obstante, en el último Congreso Americano de Oncología Médica, celebrado en junio en Chicago (Estados Unidos), fue el escenario de presentación del avance que supone la utilidad de realizar un test genético para identificar la presencia de reordenamientos, aún sin causa clara, que pueden afectar al oncogen RET.

Podrían suponer una diana sobre la que poder actuar con fármacos, pero sólo en los pacientes con cáncer de tiroides de tipo papilar que ya han agotado todas las líneas de tratamiento posibles. Sin embargo, el hallazgo tiene valor para el doctor Grande, que ha apuntado que el avance es «importante en la terapia personalizada del cáncer de tiroides».

A este hallazgo puede sumarse la comprobación de alteraciones en otro panel de genes, como el ALK, el ROS1 o el PI3K, que, analizados de forma individual, por lo general no podrían determinar si existe una alteración génica en los pacientes, pero sí se consigue estudiándolos en conjunto.

De hecho, entre un 20 y un 30 por ciento de los casos de cáncer de tiroides avanzado presentarían esta modificación genética. Al ser detectada permite ampliar las posibilidades de tratamiento con fármacos diana selectivos que se añadirían a la terapia estándar, lo que aumentaría las cifras de supervivencia.

«Hay que maximizar las determinaciones genéticas que se hacen en cáncer de tiroides para la personalización máxima de los tratamientos», ha resumido el experto, que ha considerado que, «sin duda», el futuro en este tipo de cáncer es, precisamente, la personalización del tratamiento.

Síntomas y diagnóstico

El cáncer de tiroides «no da síntomas», ha manifestado el doctor Grande «como mucho, un nódulo en el tiroides que el propio paciente se autopalpa». Si se identifican los síntomas, el doctor ha instado a preocuparse «porque significa que la enfermedad está o avanzada o a distancia». La palpación cervical es una técnica que entra dentro de una exploración clínica rutinaria, por lo que es posible detectar un bulto en el cuello de esa forma.

«Deberíamos acudir al médico ante cualquier bulto en el cuello, si bien en la mayoría de las ocasiones eso se debe a un bocio, es decir, a un tiroides aumentado de tamaño», ha indicado el doctor Grande.

La afección se diagnostica gracias a dos técnicas. En primer lugar, una ecografía del tiroides puede mostrar un nódulo, del que se extraen y analizan las células que lo componen. Por otro lado, también puede realizarse una gammagrafía de tiroides para captar el contraste del tiroides con respecto al nódulo.

Es, además, muy difícil de prevenir, según ha matizado el experto del MD Anderson Cancer Center. Sólo puede hacerse cuando hay asociación familiar, pero ni siquiera puede considerarse prevención, sino «que se diagnostica antes», ha explicado el médico, porque se «realiza un seguimiento mediante ecografías para ver si aparece un nódulo o no».

Por su parte, el coordinador del Área de Conocimiento de Tiroides de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición, el doctor Juan Carlos Galofré, ha indicado que «la asignatura pendiente en el diagnóstico es llegar a conocer qué nódulo tiroideo maligno va a ser agresivo y cuál no», porque «actualmente tenemos dificultades para poder conocer la agresividad de la enfermedad».

Lo último en Sociedad

Últimas noticias