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El ex chef de Moncloa saca a la luz el mayor secreto de Juan Carlos I: «Un par de…»

Julio González ha desvelado algunos secretos de su etapa en Moncloa

"Su Majestad quería comer huevos fritos con patatas y vino peleón"

Cada presidente del Gobierno ha tenido unas preferencias distintas

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El ex jefe de cocina del Palacio de la Moncloa ha revelado una de las anécdotas más llamativas sobre el rey Juan Carlos I en los primeros años de la Transición. Lejos de los banquetes oficiales y los menús solemnes, el monarca mostró en privado una sorprendente inclinación por la cocina más sencilla. Un gusto que quedó reflejado en una petición tan directa como inesperada: «Su Majestad quería comer huevos fritos con patatas y vino peleón».

La escena, recuperada ahora a raíz del interés generado por Anatomía de un instante, la serie de Movistar+ basada en el libro homónimo de Javier Cercas, añade una dimensión íntima a la relación entre Juan Carlos I y Adolfo Suárez. La producción televisiva muestra la complicidad política y personal entre ambos en un momento clave de la historia de España, pero deja fuera detalles cotidianos que, con el paso del tiempo, resultan especialmente reveladores. Es precisamente en ese terreno donde cobra valor el testimonio de quien estuvo durante décadas tras los fogones del poder.

Julio González ha hablado

Julio González de Buitrago fue jefe de cocina del Palacio de la Moncloa durante más de treinta años, un periodo en el que dio de comer a presidentes, familias presidenciales y a una interminable lista de invitados ilustres. Tras su jubilación, decidió reunir vivencias, recuerdos y episodios singulares en el libro La cocina de la Moncloa (Espasa, 2014), una obra que ofrece una mirada poco habitual sobre la política española: la que se observa desde el comedor.

En sus páginas no sólo aparecen hábitos y preferencias gastronómicas de los distintos presidentes del Gobierno, sino también escenas protagonizadas por figuras clave de la vida institucional. Entre ellas destaca el capítulo dedicado a la etapa de Adolfo Suárez, donde González describe la frecuencia con la que el rey Juan Carlos I acudía a la Moncloa de manera privada. Según relata, el monarca visitaba al presidente «a título personal y privado», con la naturalidad de quien mantiene una relación cercana y de confianza.

Los secretos de Moncloa

Aquellos encuentros distaban mucho del ceremonial habitual asociado a la Jefatura del Estado. No había discursos preparados ni agendas rígidas, sino conversaciones distendidas que se prolongaban entre platos y copas. En ese clima de confianza se produjo una de las escenas más recordadas por el antiguo chef, protagonizada por el rey y el presidente sentados en los peldaños de la escalinata del palacio.

Juan Carlos I en un acto. (EP)

Fue entonces cuando Adolfo Suárez mandó llamar a González con una petición concreta. El cocinero, acostumbrado a demandas exigentes y a complacer a personalidades de primer nivel, acudió con cierta inquietud, intentando anticipar qué se le podría requerir en aquel momento. La sorpresa fue mayúscula cuando recibió el encargo: Juan Carlos I deseaba comer huevos fritos con patatas, acompañados de vino peleón.

La reacción inicial del jefe de cocina fue de desconcierto. No por la sencillez del plato, sino por lo que implicaba servirlo en un lugar como la Moncloa, donde las despensas y bodegas estaban pensadas para otro tipo de recepciones. Ante la ligera vacilación del cocinero, Adolfo Suárez zanjó cualquier duda con una frase tajante: «No hay peros que valgan, Julio, las órdenes del Rey no se discuten».

El verdadero problema no residía en freír unos huevos o preparar unas patatas, tareas menores para alguien con su experiencia. La dificultad estaba en encontrar un vino que encajara con la definición de «peleón» dentro de unas bodegas repletas de referencias selectas y botellas de alto nivel. Aquella petición obligó al chef a replantearse incluso el concepto de excelencia gastronómica aplicado al gusto personal del monarca.

¿Qué gustos tiene Juan Carlos I?

Lejos de improvisar, Julio González optó por documentarse. Contactó con el cocinero del Palacio de la Zarzuela para conocer mejor las costumbres y preferencias culinarias del rey Juan Carlos I. Ese intercambio de información le permitió entender que, más allá de la imagen pública, el monarca apreciaba determinados sabores tradicionales y productos concretos.

Gracias a ese conocimiento previo, en una ocasión posterior el chef pudo diseñar sin indicaciones un menú completo para una comida dominical entre el rey y Adolfo Suárez en la Moncloa. Sabía que Juan Carlos I sentía especial predilección por los percebes, por lo que decidió integrarlos en el plato principal de una forma cuidada pero discreta. Preparó una merluza en salsa acompañada de gambas y percebes ya pelados, utilizando los caparazones como elemento decorativo de la fuente.

Más allá de la anécdota, el relato de Julio González aporta una valiosa perspectiva sobre los primeros años de la democracia española. La naturalidad de aquellos encuentros, la ausencia de rigidez protocolaria y la sencillez de ciertas decisiones reflejan un momento histórico marcado por la cercanía personal entre quienes pilotaron el cambio político.

La revelación de que Juan Carlos I prefería, en determinados contextos, un plato tan básico como huevos fritos con patatas y vino humilde no desmitifica su figura, sino que la humaniza. Es un detalle menor en apariencia, pero significativo para comprender la dimensión privada de quienes ocuparon las más altas responsabilidades del Estado. Gracias a testimonios como el de González de Buitrago, la historia se completa con matices que rara vez aparecen en los libros oficiales.