Sociedad

La contaminación con fármacos altera la alimentación y velocidad de la fauna en los ríos

Los restos de fármacos, como fungicidas o antidepresivos, que llegan a los ríos a través de las aguas residuales alteran la forma en que nadan y se alimentan algunos organismos acuáticos, según una investigación liderada por la Universidad de Barcelona (UB).

El trabajo, en el que ha colaborado la Universidad de Portsmouth (Reino Unido) y que publica la revista Environmental Pollution, también destaca que los efectos pueden ser inesperados según el tipo de cóctel de toxinas.

La investigación la han llevado a cabo los biólogos Isabel Muñoz, Nuria de Castro Català y Juan Luis Riera, de la Facultad de Biología de la UB, y Alex Ford, del Instituto de Ciencias Marinas de la Universidad de Portsmouth, y subraya la necesidad de considerar tanto las dosis bajas como las pruebas de toxicidad combinada en la evaluación del riesgo químico de los productos que llegan a los ecosistemas acuáticos.

Los biólogos ya sabían que en los ríos hay niveles altos de fungicidas filtrados de los cultivos agrarios, mientras que también hay restos de antidepresivos en ríos urbanos en todo el mundo.

Estos productos químicos llegan al medio acuático porque no son depurados completamente en los procesos de tratamiento de aguas residuales y se pueden acumular en el cerebro de algunos peces.

«La mayoría de las vías fluviales urbanas del mundo reciben un cóctel de contaminantes, desde la escorrentía agrícola hasta las aguas residuales humanas con concentraciones de medicamentos [como antidepresivos] que pueden ser elevadas», ha señalado Alex Ford.

«Es posible que estos cócteles ya no maten, pero hay productos químicos que, aunque pueden no ser letales, sí que pueden dañar la salud de los ecosistemas acuáticos», ha advertido el biólogo.

Según Ford, «para los toxicólogos medioambientales, uno de los grandes enigmas es cómo se puede determinar o predecir los efectos de cada combinación de productos químicos cuando se liberan miles al medio ambiente, muchos de los cuales han tenido una evaluación muy limitada de toxicidad».

En el estudio, los investigadores analizaron en el laboratorio el efecto de dos contaminantes —un antidepresivo y un fungicida— en los anfípodos, unos crustáceos parecidos a las gambas.

Según la profesora de la UB Isabel Muñoz, «este trabajo demuestra los efectos de fungicidas y antidepresivos», que se encuentran en las aguas de los ríos en pequeñas concentraciones y mezclados, «en el comportamiento del camarón de agua dulce [Gammarus pulex]».

«Este crustáceo de río reduce el consumo de alimento [hojarasca] y nada más rápido en presencia de los tóxicos, y aunque los efectos no son letales, pueden ser relevantes para la red trófica y el funcionamiento del ecosistema», según Muñoz.

«Nos sorprendió», ha puntualizado Ford, «constatar los cambios en la velocidad de alimentación y de natación de los anfípodos, incluso en niveles muy bajos de contaminación».

En pruebas en laboratorio, los investigadores comprobaron que los camarones prefieren comer hojarasca del lecho del río una vez colonizada por los hongos pero con los fungicidas en el agua las hojas son menos sabrosas para los anfípodos y por eso comían menos.

«Ahora bien, los antidepresivos también les hacían comer menos, un efecto que no habíamos previsto», ha reconocido Ford.

Por otra parte, el estudio sobre la capacidad de natación demostró que los animales nadaban más deprisa después de haber sido expuestos al fungicida o al antidepresivo, pero, cuando fueron sometidos a los dos compuestos, como ocurre a menudo en el medio natural, el cóctel les hizo nadar más lentamente.