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La confesión más demoledora de Miguel Ríos sobre la jubilación: «No hay cosa más triste…»

"No hay cosa más triste que la pensión de un músico", ha declarado

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La reflexión de Miguel Ríos sobre su situación de jubilación ha reabierto un debate que el sector cultural lleva años intentando colocar en la agenda pública: la insuficiencia de las pensiones para los trabajadores autónomos dedicados a la música y a los espectáculos. A sus 81 años, y tras más de seis décadas sobre los escenarios, el veterano artista reconoce que continúa trabajando no sólo por pasión, sino por necesidad, en un contexto donde la normativa actual no siempre ofrece estabilidad a quienes han pasado su vida profesional en actividades intermitentes.

Durante los últimos años, figuras tan conocidas como Joaquín Sabina o Joan Manuel Serrat han optado por retirarse progresivamente de los escenarios para dedicarse a sus hogares y descansar tras décadas de giras que los llevaron por todo el mundo. Sin embargo, no todos pueden permitirse ese cierre de ciclo. En el caso de Miguel Ríos, su continuidad sobre las tablas responde también a una realidad económica que él mismo ha calificado como precaria en varias ocasiones.

La situación de Miguel Ríos

Miguel Ríos anunció hace unos meses su retirada temporal de los escenarios, pero el descanso duró poco. Según él mismo ha explicado, tras su regreso sufrió una caída que puso a prueba su resistencia física y le recordó la fragilidad que acompaña a los años. Aun así, continúa decidido a mantenerse activo, convencido de que dejar de trabajar no es una opción viable. Con 81 años, sigue involucrado en nuevos proyectos artísticos junto a Ana Belén y Víctor Manuel, dos compañeros de generación que también han preferido seguir creando antes que retirarse definitivamente.

Miguel Ríos durante un espectáculo. (Foto: Gtres)

La legislación española establece que quienes no hayan cotizado al menos 38 años deben esperar hasta los 66 años y 6 meses para jubilarse sin penalizaciones. En cambio, aquellos que sí han alcanzado ese periodo pueden retirarse a los 65 sin sufrir recortes. Ríos supera con holgura ambos requisitos, pero aun así rechaza pedir la pensión. La razón es clara: durante gran parte de su carrera cotizó el mínimo, como la mayoría de intérpretes que trabajan por cuenta propia, y la prestación resultante difícilmente permitiría un nivel de vida estable.

La normativa de la Seguridad Social es explícita: cantantes, bailarines y trapecistas podrán causar la pensión de jubilación a partir de los 60 años de edad, sin aplicación de coeficientes reductores, cuando hayan trabajado en la especialidad un mínimo de 8 años durante los 21 anteriores a la jubilación. Sin embargo, la posibilidad legal no siempre implica un beneficio real, especialmente en casos donde las cotizaciones mínimas lastran la cuantía final. Para el artista, ese cálculo no compensa.

La confesión de Miguel Ríos

En una entrevista concedida a Diario de Sevilla en 2020, Miguel Ríos expresó sin rodeos su preocupación: «No hay cosa más triste que la pensión de un músico». Asegura que, si no fuera por el apoyo continuo del público durante más de medio siglo, su situación económica sería muy distinta. La fidelidad de quienes compraron sus discos y llenaron sus conciertos, explica, ha sido su verdadero sostén patrimonial. «Si no llega a ser por mis mecenas, por la gente que durante casi sesenta años compró mis discos y vino a mis conciertos, no podría vivir de una forma tan desahogada», afirmó entonces.

La situación que describe no es excepcional en su sector. Muchos artistas, especialmente los que surgieron en las décadas donde la figura del autónomo era una obligación más que una elección, cotizaron el mínimo durante años para poder sostenerse entre temporadas irregulares, inversiones creativas y etapas de menor actividad. Como consecuencia, al llegar a la edad de jubilación se encuentran con pensiones que rondan los 800 euros mensuales, una cifra insuficiente para cubrir gastos básicos si no existen ahorros previos.

Una situación complicada

La realidad que expone Miguel Ríos no se limita a su caso individual. El sector cultural lleva años reclamando un reconocimiento efectivo de la intermitencia laboral, algo que en otros países europeos se regula con mayor precisión. En España, los avances han sido parciales y desiguales, con normativas que a menudo se anuncian como grandes pasos adelante pero que, en la práctica, apenas alivian las dificultades cotidianas de los artistas. Las pensiones reducidas, las cotizaciones variables y la falta de incentivos específicos siguen formando parte del día a día de quienes trabajan en la industria musical.

Mientras tanto, artistas veteranos como Ríos continúan sobre el escenario, algunos por vocación, otros por necesidad y muchos por una mezcla de ambas razones. Sus palabras invitan a reflexionar sobre su experiencia y sobre el futuro de las próximas generaciones de músicos, que se enfrentan a una carrera igual de exigente y, en muchos casos, igual de mal remunerada en términos contributivos.