Los expertos alertan de que el confinamiento afectó a la salud mental de los adolescentes
Los centros educativos se plantean como un lugar óptimo para llevar a cabo actuaciones tanto de prevención como de diagnóstico precoz y tratamiento de estos problemas
La pandemia también ha servido como una gran oportunidad para poner sobre la mesa la necesidad de mejorar la atención a la salud mental y superar un déficit estructural de décadas en nuestro país
Cómo nos afecta este confinamiento a nuestra salud mental
La pandemia de Covid ha tenido un importante impacto en la salud mental y uno de los colectivos que más se han visto afectados ha sido el de menores y adolescentes. Diferentes estudios señalan que los trastornos alimentarios se han incrementado hasta triplicar las cifras de ingresos de años previos, así como también los ingresos por intentos de suicidio, hasta casi el doble. Para intentar poner luz sobre esta cuestión y entender la problemática, la Asociación Nacional de Informadores de la Salud (ANIS), con el apoyo de Janssen, dedicó uno de sus debates del Observatorio Covid-19 ANIS a la huella de la pandemia en niños y adolescentes.
“El confinamiento ha sido un factor muy importante que ha roto las relaciones sociales de los menores, incidiendo de forma muy directa en sus mecanismos forjadores de identidad, algo que ha tenido una especial incidencia sobre la población femenina», comenzó apuntando Arantza Fernández Rivas, jefa de la Sección de Psiquiatría Infanto-juvenil del Hospital de Basurto, en Vizcaya. La experta también señaló que en el incremento de estas patologías de salud mental incidió de forma significativa la situación de ansiedad e incertidumbre generada por la pandemia de Covid, así como las pérdidas sufridas y el sentimiento de culpabilidad, al señalarse a esta población como responsable de los contagios. «Esta situación que se está viviendo no es exclusiva de España, sino que en toda Europa se está produciendo un incremento similar de las hospitalizaciones por problemas de salud mental», añadió Celso Arango López, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP) y jefe del Servicio de Psiquiatría del Niño y el Adolescente del Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
Arango señaló que en la última década se estaba observando un incremento sostenido de algunos de los problemas de salud mental en la población infantil y adolescente que muy posiblemente se vieron agravados tanto por el confinamiento como por la convivencia obligada con distintos miembros de la familia. «Ante la imposibilidad de modificar los ambientes externos, el menor se frustra y se inhibe su capacidad de relaciones sociales». Pilar Cutando, psicóloga infanto-juvenil de la Asociación Aragonesa Pro Salud Mental (ASAPME), que fue una de las responsables del teléfono de atención a la salud mental de los menores durante la pandemia, comentó también cómo la falta de metas y objetivos entre los adolescentes supuso un importante obstáculo para ellos. «Eso provocó una tendencia a su aislamiento. Y, aunque es cierto que también nos llegaron consultas de infantil y primaria, esas eran problemáticas diferentes, más relacionadas con cambios emocionales y rabietas». Cutando señaló que, una vez que el confinamiento pasó, siguió habiendo mucho miedo entre esa población y se mantuvieron muchos de sus problemas.
Trabajo en los centros educativos
Los expertos reunidos para este debate no dudaron en señalar la importancia de dirigir actividades encaminadas a la prevención de los problemas de salud mental en los centros educativos. «Se trata de lugares privilegiados para detectar y tratar todos esos problemas. Supone una importante oportunidad para trabajar en edades tempranas, pero es importante también la formación, tanto de los profesionales educativos como de las asociaciones de madres y padres», apuntó Pilar Cutando. Con ella coincidió Miguel Ángel Pérez, decano de la Facultad de Salud de la Universidad Camilo José Cela y vocal de la Junta de Gobierno del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid. «Es importante trabajar en los centros educativos para ayudar a los menores a que puedan identificar los elementos que les causan estrés y regularlo. Pero también debemos tener en cuenta que no es posible obligar al profesorado a asumir más responsabilidades, por lo que sería fundamental reforzar esos centros con figuras que ayuden en este sentido».
Profundizando en esta idea de actuaciones en el ámbito educativo, Arantza Fernández explicó la experiencia llevada a cabo en Vizcaya en un programa que lleva cinco años funcionando. En él, profesionales de la salud mental enseñan a los profesores un currículum socioemocional que luego ellos aplican en sus centros a través de una formación de una hora semanal. «Los resultados demuestran que con tan solo un año de este programa se mejoran muchos aspectos de la conducta social, ayudando a afrontar con éxito las situaciones de adversidad o de sufrimiento emocional e incluso llegando a mejorar el rendimiento escolar en asignaturas relacionadas con el aprendizaje de idiomas».
Una oportunidad
Los problemas de salud mental no han sido una novedad generada por la pandemia de Covid, sino que ya estaban presentes y esta lo único que ha hecho ha sido exacerbarlos. «Pero eso también debemos verlo como una oportunidad para dar visibilidad a esos problemas y transmitir el mensaje de que invertir en salud mental es invertir en futuro, y esto debe empezar por los más pequeños», destacó Celso Arango. Los expertos no dudaron también en señalar que es necesario trabajar en la desestigmatización de los problemas de salud mental, un camino en el que todavía queda mucho por recorrer. “Y, en entornos más rurales, este problema quizás es más grave todavía, añadiendo a la dificultad del acceso a los recursos de salud mental un mayor estigma para iniciar las terapias necesarias”, recalcó Pilar Cutando.
Ante este panorama, se ha querido transmitir la idea de que es necesario llevar a cabo, en nuestro país, una estrategia adecuada de atención de la salud mental. «Estamos ante una situación única en la historia reciente de la humanidad y todos unidos hemos de ayudar a la sociedad. Por eso es necesario organizar un sistema sanitario de salud mental, pero que sea coherente, equitativo y justo, bien diseñado y sin dejarnos llevar por las prisas», añadió Arantza Fernández. Y para esto tanto Arantza Fernández como Celso Arango no dudaron en señalar que el modelo que se ha seguido en el Reino Unido es uno de los mejores y que sería factible adaptarlo a las necesidades de nuestro país: «Para empezar, deberíamos mejorar nuestras ratios de profesionales. Ahora mismo, en España tenemos una ratio de 10 psiquiatras por cada 100.000 habitantes, cuando la media en Europa es de 16. El personal humano es fundamental y tenemos que afrontar un déficit estructural de décadas», recalcó Celso Arango.
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