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Acné rosácea: la enfermedad crónica de nuestra piel

La rosácea es una patología cutánea que afecta tanto a hombres como a mujeres y en ambos casos destaca su persistencia como patología crónica, que suele cursar con brotes y afecta a la calidad de vida del paciente y su relación social de modo persistente.

Es por ello muy importante abordar su manejo desde la perspectiva, no ya de erradicar la enfermedad, sino de controlarla, mantenerla inactiva, y convivir con su existencia, sin que marque nuestra socialización o nuestro calendario. De ahí el control periódico por un dermatologo y su asesoramiento.

Es importante saber que un mal control y los brotes periódicos aunque sean leves o aparentemente «tolerables» conducen a secuelas como la cuperosis (con dilataciones vasculares faciales o telangiectasias) o afectación del cartílago nasal con rinofima (aumento en el tamaño nasal con deformaciones). Y aunque estas pueden ser resueltas con técnicas cosméticas como el laser con excelentes resultados, el objetivo debería ser que el paciente tenga una buena calidad de piel con un adecuado control terapéutico y estas complicaciones no lleguen a desarrollarse o lo hagan lo mas tardiamente posible.

En principio el estrés y todos aquellos alimentos excitantes (alcohol, picantes, chocolate…) pueden desencadenar brotes, también el uso de productos comedogénicos faciales o un mal cuidado facial.

En los últimos años se esta insistiendo mucho en la relación de unos malos habitos dietéticos con los brotes de rosácea, pero tal vez sea mas importante destacar la posible relación con alteraciones en la microbiota, o flora intestinal, con lo cual dietas adaptadas en estos casos a la situación particular del paciente podrían mejorar de modo incalculable los resultados terapéuticos con menores esfuerzos.

El primer consejo terapéutico será la limpieza adecuada de la piel con productos que eliminen la grasa facial sin ser irritantes, ya que la rosácea asocia una enorme hipersensibilidad, con un exceso en la activación de la glandula de grasa. Hay que tener en cuenta que en el tratamiento local el uso de productos es muy amplio, desde antiinflamatorios (como el picrolimus…) a antibióticos tópicos (metronidazol…) o retinoles…. Entre otras muchas opciones.

Y ademas es siempre posible el recurso a medicaciones orales, no solo posibles, sino con frecuencia imprescindibles, y en algunos casos planteadas a largo plazo se convierte en en uno de los mejores recursos para la estabilidad clínica del paciente, sin brotes y con una inmejorable calidad de vida

Tal vez lo esencial sea la comprensión de la rosácea como una enfermedad crónica que ha de convivir con el paciente, pero cuyo control terapéutico por un profesional puede garantizar que el paciente llegue a olvidar su existencia y convivir con ella sin síntomas ni limitaciones.