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5 cosas que aprendemos de nuestros hijos

¿Sabías que hay muchas cosas que aprendemos de nuestros hijos diariamente? Pon atención y mira la felicidad en tu día a día.

  • Francisco María
  • Colaboro en diferentes medios y diarios digitales, blogs temáticos, desarrollo de páginas Web, redacción de guías y manuales didácticos, textos promocionales, campañas publicitarias y de marketing, artículos de opinión, relatos y guiones, y proyectos empresariales de todo tipo que requieran de textos con un contenido de calidad, bien documentado y revisado, así como a la curación y depuración de textos. Estoy en permanente crecimiento personal y profesional, y abierto a nuevas colaboraciones.

Como adultos, tendemos a juzgamos más sabios y preparados para la vida que los niños. No obstante, la experiencia de la maternidad (o paternidad) nos sorprende al revelar todo lo que aprendemos de nuestros hijos. Sin querer y muchas veces sin darse cuenta, los más pequeños nos transmiten lecciones de vida y valores que perdimos u olvidamos con los años. A continuacion, te proponemos rescatar algunos de ellos:

Algunas lecciones para la vida que aprendemos de nuestros hijos

No dejar de sorprendernos y maravillarnos a diario

La inocencia de los más pequeños les permite sorprenderse con hechos cotidianos. Desde maravillarse con el nacimiento de una flor hasta verse desafiado por un truco de magia. Los niños son capaces de reconocer la belleza en todas sus expresiones de forma mucho más simple, gentil y honesta que los adultos.

Cuando crecemos, la mayoría de nosotros olvida la importancia de disfrutar de las cosas sencillas. Nos volvemos ciegos a las pequeñas maravillas que nos rodean y solo “lo importante” merece nuestra atención. El ejercicio de observar los detalles y disfrutar los instantes de felicidad es una de las lecciones que aprendemos de nuestros hijos.

Tener tiempo para jugar e intentar cosas nuevas

Esta es otra sabiduría que la vida adulta con todas sus responsabilidades suele “arrebatarnos”. Los juegos, la risa y los momentos de ocio compartidos se vuelven cada vez “menos importantes” y más eventuales. Mientras el trabajo se hace dueño del centro de nuestra existencia, divertirse parece convertirse en un lujo.

No es casualidad que muchísimos adultos se sienten saturados con su rutina y son acometidos por el dolor físico. Los momentos de esparcimiento y descanso son indispensables para una vida equilibrada. No se trata solo de relajar cuerpo y mente (algo indispensable), sino también de darnos la oportunidad de asimilar nuevos conocimientos, disfrutar del arte y reconectarnos con nuestros sentimientos.

Expresar la creatividad en la vida cotidiana

Otra ilusión común de la vida adulta es creer que la creatividad es algo reservado a los artistas o a mentes geniales. Pero si aprendemos de nuestros hijos, veremos que no existe un momento exacto ni un lugar especifico para dejar que la imaginación se exprese.

La creatividad no necesita límites y los niños lo saben. Cada juego, tarea o actividad cotidiana son una invitación a ser creativo y ahuyentar el aburrimiento. Además, los pequeños nos recuerdan que soñar es el gran motor de nuestra propia transformación, impulsándonos a alcanzar las metas que establecemos a nivel personal y profesional.

A interesarse genuinamente y no tener miedo a preguntar

Los niños parecen venir incorporados con una fuente inagotable de cuestionamientos sobre las personas, la sociedad, la naturaleza y la dinámica del mundo en general. Esta es una de sus formas espontáneas de demostrar interés genuino por todo lo que está a su alrededor y le genera curiosidad.

Definitivamente, rescatar este interés acompañado de la ausencia de miedo de preguntar son cosas que aprendemos de nuestros hijos. Además, los pequeños nos obligan a asumir las limitaciones de nuestros conocimientos y nos motivan a seguir aprendiendo.

No aferrarnos a los errores y aprender a perdonarnos

Otra habilidad natural de los niños es no aferrarse a las fallas o errores del día a día. Ello no significa que no reconocen cuando hacen algo indebido o no alcanzaron su mejor desempeño en alguna actividad. Simplemente tienen la capacidad de relevar sus propias carencias y volver a empezar constantemente.

En resumen…

Los más jóvenes tienen mucho que enseñarnos, pero debemos tener la mente abierta para escucharlos. Al reconocer que aprendemos de nuestros hijos, abrimos un nuevo horizonte de posibilidades y nos acercamos a ellos, generando un vínculo más directo y sincero, basado en la comunicación y la confianza.