El agua residual, una oportunidad para generar energía

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Las depuradoras son auténticas minas de recursos. Mientras que los residuos orgánicos obstaculizan su funcionamiento, los líquidos se convierten en una pieza clave para la economía circular: el agua residual es, también, una oportunidad para generar energía.

Además de tratar el agua para devolverla al medio natural, en la Estación Depuradora de Aguas Residuales (EDAR) transforman los residuos en productos: “producen un 60% de la electricidad que necesita y extraen del agua residual electricidad, calor, fertilizantes y fósforo”, explica Miguel Ángel Gálvez, subdirector de Depuración y Medio Ambiente de Canal de Isabel II.

“Nosotros trabajamos con una materia prima que no elegimos. Todas las industrias escogen su producto. Nosotros asumimos lo que viene y necesitamos que la contaminación se ataje en origen. Sin embargo, las tres P -pipí, popó y papel higiénico- son una oportunidad. Necesitamos mucha calefacción para hacer funcionar la depuradora y nosotros somos capaces de hacerlo al 100% en esta depuradora. Toda la electricidad que consume es capaz de generarla”, apunta Gálvez.

Lo mismo ocurre en las 156 depuradoras restantes del Canal de Isabel II que están presentes a lo largo y ancho de todo el territorio regional. Todas ellas contribuyen a la producción de fertilizantes de gran valor para la agricultura, e incluso se puede extraer fósforo para este mismo uso. “Cabe destacar que en España no tenemos ningún yacimiento de fósforo, pero el agua residual sí que lo lleva”, indica Gálvez.

El proceso: de lodo a biogás

Pero, ¿cómo se convierte el agua residual en energía? Durante el proceso de depuración, una parte del agua procedente del pre-tratamiento pasa a un reactor biológico de primera etapa, en el que, introduciendo aire a través de un turbo compresor se propician las condiciones óptimas de oxígeno para el desarrollo de bacterias que ‘se comen’ una parte de la contaminación.

La mezcla de agua y microorganismos llega a la decantación primaria. En esta fase, se separan por sedimentación y se generan lodos que, posteriormente, se conducen al tratamiento de fangos primarios. El fango permanece entre 20 y 25 días en estos digestores anaeróbicos donde se produce el biogás.

A partir del biogás, pueden generarse dos energías: la eléctrica y la térmica. “Tiene una calidad mayor que otras energías, como la solar, ya que se almacena y se produce durante todo el día”, apunta Gálvez.

A su vez, este biogás acaba en los motores de combustión que producen la electricidad de la depuradora. «Le pones una dinamo, como a las bicis, y producen electricidad. Se utilizan para calentar los digestores, que siempre tienen que estar a una temperatura superior a los 37 grados», subraya José Suárez, jefe del área de depuración cuencas Tajo – Tajuña.

La vida agrícola

Los fangos generados en el tratamiento de las aguas residuales no sólo terminan convertidos en biogás. Tienen una segunda vida: la agrícola. Gracias a ellos, y después de un tratamiento para deshidratarlos y estabilizarlos, se produce abono que tiene salida hacia los campos de la Comunidad de Madrid.

Todos los días, un camión sale con destino a los cultivos de la región. «Cogemos una muestra del suelo, los agricultores nos dicen qué van a sembrar, transportamos la cantidad de abono y lo esparcimos por el suelo. Aproximadamente, unas 40 toneladas de fango por hectárea. Todos ganamos: ellos obtienen fertilizante de alta calidad y nosotros conseguimos que el fango salga de la planta».

Cada año, se producen 450.000 toneladas de fango al año y, una gran parte, acaba convertida en abono. Éste aumenta la producción en más de 1.000 kilos por hectárea cultivada en el caso del cereal de secano.

Entre 5.000 y 10.000 toneladas al año no pueden destinarse a agricultura. «Como tienen metales o cinc -sobre todo, por el uso de los champús anticaspa-, lo destinamos a cementera. Así, también se aprovecha», sostiene Gálvez.

Además, buena calidad de estos fangos se destina a la planta de secado térmico de la empresa en Loeches, donde se genera más energía durante su secado, y, tras mezclarlo con poda, también se puede obtener compost de uso agrario.

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