Tosta de pulpo a la gallega con pimientos de padrón
Algunas recetas muy sencillas nos aportan un elevado nivel culinario. Es el caso de esta tosta de pulpo a la gallega. Toma nota.
Pulpo en salsa de marisco
Receta de pulpo a la cerveza
Recetas con pulpo
Hay combinaciones que parecen hechas para encontrarse, y la tosta de pulpo a la gallega con pimientos de Padrón es una de ellas. Es una tapa sencilla, pero con alma: pan crujiente, pulpo tierno y el inconfundible sabor de los pimientos gallegos, esos pequeños verdes que esconden una sorpresa en cada mordisco. No hace falta mucho más para sentirse, por un momento, en una taberna junto al mar.
Un ingrediente de elevado nivel culinario
El pulpo es, sin duda, el gran protagonista. Prepararlo bien tiene su truco. En Galicia se dice que hay que “asustarlo” tres veces: meterlo y sacarlo del agua hirviendo antes de cocerlo del todo, para que la piel no se desprenda. Parece una superstición, pero funciona. El resultado es un pulpo suave, jugoso y con ese punto perfecto entre tierno y firme. Una vez cocido, se corta en rodajas y se adereza con un buen aceite de oliva virgen extra, sal gruesa y pimentón, que puede ser dulce, picante o una mezcla de ambos. Ese color rojizo y brillante sobre la carne del pulpo es, por sí solo, un espectáculo.
El siguiente paso es preparar el soporte: una rebanada de pan gallego, de corteza firme y miga esponjosa. Se tuesta hasta que quede crujiente por fuera, pero sin volverse piedra. Sobre el pan se puede untar un poco de puré de patata o incluso un hilo de alioli suave, aunque el aceite de oliva por sí solo ya aporta un sabor profundo y auténtico. Encima se colocan las rodajas de pulpo, bien distribuidas, y se termina con un toque más de pimentón y unas gotas de aceite.
El momento de los pimientos
A un lado, o encima si se busca un efecto más rústico, van los pimientos de Padrón. Verdes, pequeños y algo traviesos: unos pican y otros no. Se fríen en aceite de oliva hasta que la piel se arruga y la carne se ablanda, y se espolvorean con sal gruesa justo antes de servirlos. Su sabor suave, con ese toque ahumado del aceite, combina de maravilla con el pulpo y aporta un contraste que redondea el plato.
El resultado es una tosta llena de carácter, con un equilibrio perfecto entre mar, tierra y fuego. Lo ideal es acompañarla con un vino blanco gallego —un albariño, por ejemplo—, que realce los matices salinos y refresque el paladar.
Más que una tapa, esta tosta es un homenaje a la cocina gallega: sencilla, sin artificios, basada en el producto y en la tradición. Cada bocado recuerda al mar, a las fiestas de pueblo y a esas mesas donde la comida se comparte sin prisas. En definitiva, una receta que demuestra que las cosas simples, cuando se hacen con cariño, pueden ser verdaderamente extraordinarias.
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