Opinión

Yolanda: casoplón, coche oficial…

  • Graciano Palomo
  • Periodista y escritor con más de 40 años de experiencia. Especializado en la Transición y el centro derecha español. Fui jefe de Información Política en la agencia EFE. Escribo sobre política nacional

Por una vez, tengo que estar de acuerdo con la vicepresidenta Díaz. De acuerdo con lo que dice, no con lo que hace. Los argumentos dados para dimitir como jefe de ese engendro político llamado Sumar –¿por qué no Restar?– son más que pertinentes: ha sido barrido estrepitosamente del mapa y punto. Lo que no parece tan coherente –bueno, en lógica comunista sí– es que te hayan pegado un hostión más que considerable y seguir subida a su coche oficial, vivir en el casoplón que pagan los españoles que te han dicho que no te quieren y continuar disfrutando de unas ventajas que para sí las quisiera cualquier cubano; ¡qué digo cubano!, de El Ferrol, su pueblo natal donde ha vuelto al ridículo.

Con la señora Díaz ha ocurrido lo que muchos preconizamos hace tiempo tras rascar un poquito su pátina. Detrás de frases hueras y clichés manidos no hay nada. Podemos terminará por comérsela con higos chumbos a la brasa. Si llegó donde llegó fue agarrada al brazo de Pablo Iglesias, que cortó en cuanto tuvo la menor ocasión. Su carrerón político es puro fiasco.

Cuando en política se dimite, se dimite de todo. De jefa del partido y de los cargos institucionales inherentes a esa representación. ¿Qué autoridad moral y política va a tener a partir de ahora? Ninguna. Sánchez se descaralla a su cara. La mantendrá porque la necesita, pero el recorrido tiene menos posibilidades que España de ganar la Eurocopa.

Lo que más me hastía de esta gente de extrema izquierda comunista es la distancia que existe entre su prédica y luego los hechos. Es humano entender que el nivelazo de vida que tiene doña Díaz en la actualidad y antes, desde que llegó al Gobierno, lo tiene que mantener luchando con uñas y dientes. ¿Dónde irá, al margen de seguir cobrando como cesante? Pues seguramente a alguna fundación del socialismo del Siglo XXI o que el Papa Francisco termine por contratarla para seguir embaucando a las gentes crédulas y de bien.

Esta gente tiende a pensar que los pueblos son idiotas. Una parte lo es, pero no todos.  No, ministra, tú no luchas por los derechos de los más débiles; tú matas políticamente por mantener tus actuales privilegios. El resto, fosfatina.

Oiga, si es legítimo, humano, comprensible…; pero vender burras ciegas, no.