Opinión

Vagos, sectarios… y tontos

La renovación del Consejo de Administración de Radio Televisión Española (RTVE) se ha convertido en un esperpento donde cada nuevo capítulo supera al anterior. A pesar de que Pedro Sánchez ha decidido utilizar la confección del «nuevo» Ente como pago a los partidos que apoyaron su moción de censura —especialmente a Podemos— ni siquiera dichos diputados se toman en serio al presidente del Gobierno. El día que se elegían en el Congreso a los cuatro consejeros propuestos por el PSOE y los podemitas, el ridículo se ha apoderado de la Cámara Baja por partida doble. Primero, porque dos representantes se han equivocado y sus votos han sido declarados nulos en una intervención que destacaba por su sencillez. Después, dos políticos independentistas se han ausentado de las votaciones.

El colmo de dichas ausencias es el caso concreto de la diputada de ERC Ana Surra, que ha faltado porque estaba en Cuba en un foro de fuerzas de izquierda para denunciar la «represión» que hay en España contra los separatistas catalanes. Todo lo que está ocurriendo con RTVE no hace más que ahondar en la extrema debilidad del Ejecutivo socialista y en la perniciosa dependencia que tiene del apoyo de fuerzas y políticos radicales. Sánchez debería reflexionar sobre el daño que todo esto le está haciendo a la imagen de una empresa que pagan todos los españoles con sus impuestos y que está compuesta por extraordinarios profesionales que, así, ven manchadas sus carreras. RTVE no tiene sentido si está manejada como el cortijo particular de cada uno de los partidos que pasan por el Gobierno.

Menos si, encima, están chantajeados por populistas y separatistas. Sin embargo, y lejos de cualquier consideración, los socialistas parecen empeñados en ahondar en el disloque que ha colonizado todo este proceso. El episodio de este lunes sólo ha sido un nuevo paso en un modus operandi demencial. Todo empezó con la propuesta como presidenta de la podemita Ana Pardo de Vera, a sueldo del independentista Jaume Roures como responsable de su libelo. Después, y siempre bajo la exigencia de Podemos y la exasperante permisividad del PSOE, Roures ha intentado meterse hasta la cocina de Televisión Española para hacer negocio. Y, para colmo, el espectáculo en las votaciones. Si esta era la capacidad regenerativa del PSOE, mejor que nos hubiéramos quedado como estábamos.