Opinión
Palo Alto

El único que puede echar a Garzón

¡Lo ha vuelto hacer! Desde su poltrona oficial -la real es inexistente- Alberto Garzón se ha ido hasta la prensa británica -la misma que apoyó el Brexit- para volver arremeter contra la ganadería española con el agravante en esta ocasión de haber sido avisado con anterioridad, esto es, lo ha hecho consciente, nocturnidad y alevosía.

¿A quién importa, aquí y acullá, lo que pueda perorar Alberto Garzón? A nadie. La virtualidad es que lo ha dicho un miembro del Gobierno de España que se empeña en reivindicar para avalar sus denuncias contra la ya de por sí paupérrima ganadería e industria cárnica hispana.

Pedir a Pedro Sánchez que lo cese sólo conduce a la melancolía. Poder, puede. Querer, quiere. Sin embargo, al mismo tiempo, sí quiere, pero no puede. Veamos. A Garzón le coló de rondón en el Consejo de Ministros Pablo Iglesias que había sido su antiguo subordinado en Izquierda Unida; luego, a cambio de esto y de lo otro el comunista de IU vendió estas siglas por una poltrona. Punto. Y como Sánchez firmó para poder ser investido presidente cinco ministerios -podemitas-, no es otro que Iglesias el único que podría llamar a Sánchez y decirle que mande a paseo a su ex amigo a cambio de entregarle otro nombre; es decir, algo similar a lo del fenecido Manuel Castell.

Ni siquiera Yolanda Díaz tiene potestas para ahuecarle del sillón.
De modo y manera, que mal que le pese al señor presidente, hay dos presidentes y dos gobiernos. Así les va a unos y otros y de paso a todos los contribuyentes.

Por lo demás, acerca de la personalidad, méritos y pareceres del gran ministro de Consumo, se conoce casi todo. Glosar su figura conduce aún más a la chacota y no son estos días propicios para tamaños menesteres. El muchacho es un pobre rapaz que bebe directamente en las fuentes de sátrapas comunistoides (desde Lenin a Stalin,pasando por Castro y Maduro) y con ello está casi todo dicho. Tampoco encuentra el cronista argumento para tanto asombro y tanto derroche argumental. Frente a hechos no caben argumentos.

La responsabilidad por parte de los perjudicados (todos los españoles como un mínimo de sentido común) hay que exigirla directamente al teórico jefe del Gobierno. Punto. Quizá, el memorable ministro crea que se come mejor carne en Cuba o Venezuela; tampoco habría que extrañarse. Porque cuando él visita aquellos pagos es agasajado como sólo son capaces de hacerlo las satrapías con sus amigos, aunque la Historia haya escrito ya memorables páginas sobre su destino final.

El “décimo” episodio del ministrillo lo que viene a revelar, más allá de la incompetencia, es que en este país no hay nadie al mando y que el Gobierno es una completa ruina.

Garzón, ese hombre.