Opinión

Ucrania, seis meses de abandono de Sánchez

La invasión rusa de Ucrania llegó esta semana a su sexto mes, momento también que no sólo coincidió con el aniversario de la independencia del país, y con un episodio que posiblemente Pedro Sánchez no podrá borrar de su memoria. Fue justo el 24 de marzo, un mes después del inicio de la guerra, cuando el presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, compareció virtualmente ante los jefes de gobierno de la UE y leyó la cartilla a los presentes.

Tuvo palabras de halago y agradecimiento para Polonia, Reino Unido o los países bálticos, pero cuando se refirió a Sánchez que aguardaba impacientemente desde su asiento el incienso de su colega ucraniano, el mismo incienso purificador al que le tienen acostumbrado sus terminales mediáticas y sociológicas en España, se le vino el mundo encima. «Con España no hemos encontrado aún un terreno común», le increpó Zelenski.

La maquinaria propagandística monclovita se puso en marcha entonces para desviar la atención hacia las críticas dirigidas por el ucraniano al presidente húngaro, Viktor Orbán, a quien tampoco dejó en buen lugar. Lo que vino después ya ha sido objeto de atención periodística en repetidas ocasiones. Hasta tres veces, el Gobierno ucraniano, a través de su representación diplomática en España, ha acusado a Pedro Sánchez de no estar a la altura de las circunstancias y de no ayudar lo suficiente al pueblo ucraniano en su defensa contra la invasión rusa.

En el primer mes de la guerra, el Gobierno español sólo había enviado al país agredido pistolas, munición para las mismas y uniformes, mientras el pueblo ucraniano era literalmente masacrado en ciudades como Mariúpol y Jarkov. Países mucho más pequeños que nosotros como Eslovaquia, Estonia, Finlandia, Letonia, Lituania, Países Bajos, Suecia o República Checa ya hacían contribuciones mayores.

Semanas después, en la propagandística visita del presidente español a Kiev para reunirse con su homólogo ucraniano, Sánchez anunció a bombo y platillo el supuesto mayor envío de armamento y la llegada de unos agentes que iban a investigar los crímenes de guerra cometidos por el ejército ruso. Sin embargo, esa ayuda nunca llegó, y los agentes tampoco. En Sánchez, la fórmula siempre es la misma: vender humo, pensando que todos somos idiotas, para regocijo de sus cortesanos que se encargan de darle eco, sin contraste alguno.

Aún recuerdo cómo el 3 de junio, el embajador ucraniano en Madrid, Serhii Pohoreltsev, cargó contra el Gobierno español al decir que lo que Sánchez les había hecho llegar sólo daba «para dos horas de combates», en su enésimo intento para la entrega española de los tanques Leopard que nunca llegaron porque mil razones.

En los primeros 100 días guerra, un estudio publicado por el Instituto para la Economía Mundial denunciaba que España, pese a ser la quinta economía más grande de Europa, era uno de los países que menos apoyaba a Ucrania de acuerdo a su presupuesto militar. Actualmente, seis meses después de la guerra, España sigue ocupado el indecoroso puesto de sexto país que menos ayuda a los ucranianos, a nivel similar que Luxemburgo, un país con una capacidad económica y militar inferior, o equiparable a la de otros países aún más pequeños como los países bálticos o Eslovaquia.

Las críticas del lado ucraniano a un gobierno como el español, que está más pendiente de no incomodar a sus socios comunistas de Podemos o de las formaciones independentistas alineadas internacionalmente con países que han defendido la invasión rusa (Venezuela, Irán, Nicaragua o Cuba), han retratado internacionalmente a Pedro Sánchez ante sus socios comunitarios y de la OTAN. A primeros de agosto, el embajador volvió a arremeter a Sánchez y su banda en una visita a la legación ucraniana de la ministra de Defensa española y este pasado miércoles 24 de agosto, Serhii Pohoreltsev, insistió con que el Gobierno español sigue sin enviar «todo lo que podría suministrar».

Mientras todo eso ocurre, los españoles tragan la verdad oficial de un Gobierno que sólo sabe soltar de su boca palabrería, mensajes institucionales de vergonzante postureo, discursos huecos que colisionan con la realidad de un país, Ucrania, que seis meses después de ser atacada lamenta las bajas de decenas de miles de civiles y militares, y que lo que menos precisa son palabras baratas de líderes de hojalata como Sánchez.