Opinión

Tony Blair dice que los niños tienen pene y las niñas, vagina

  • Teresa Giménez Barbat
  • Escritora y política. Miembro fundador de Ciutadans de Catalunya, asociación cívica que dio origen al partido político Ciudadanos. Ex eurodiputada por UPyD. Escribo sobre política nacional e internacional.

¿Se acuerdan de la famosa campaña de la asociación Hazte Oír que hizo desfilar autobuses por distintas ciudades afirmando justamente eso? Menudo lío el que se armó. Lío que no me vino nada bien porque por entonces (finales de febrero del 2017) era yo una eurodiputada con ganas de «batallita cultural» que estaba preparando un evento de temática nada políticamente correcta. Ya había tenido jaleos gordos con una conferencia que habló del nacionalismo desde la neurociencia y la antropología evolutiva y que me ganó las diatribas de ciertos eurodiputados independentistas por entonces en la Cámara. Pongamos que hablo de Maragall y Tremosa. Y el acto que preparaba, y que se presentó un mes más tarde (finales de marzo del 2017), propalaba también desde la ciencia la idea escandalosa de que hombres y mujeres no sólo eran distintos en ciertos caracteres físicos: lo eran también en comportamientos y actitudes.

No, no me venía bien que un grupo «ultracatólico» fuera acribillado por decir lo que decía yo en todas mis declaraciones y eventos: que existía algo llamado biología. Y más cuando se calificó el mensaje de que «los niños tienen pene y las niñas tienen vulva» como tránsfobo. Y mi evento de un mes más tarde, que se tituló «Mujeres fuertes, hombres frágiles», contaba con una distinguida ponente, Susan Pinker, que había sido implacablemente perseguida por decir, en el 2008, que nuestro cerebro no era idéntico sin imaginar que, casi 10 años después, resultaría ultra derechista sugerir que se distinguía a un macho de una hembra por sus genitales.

Pero la izquierda se subió al carro del delirio y dio sustento a la negación del sexo biológico pensando que tal modernidad les aportaría votos. Hasta que incluso las más progres de entre las suyas estuvieron hartas de que las suplantaran. Y ha tenido que salir el bueno y católico de Tony Blair, del que no tengo datos de que hubiera abierto la boca antes, a decir que no era del todo así, que «una mujer tiene vagina y un hombre tiene pene». El pobre dice ahora que se han metido en un «lío» con lo trans. Vale. Pero no tiene la valentía de decir, cuando le preguntan, que una mujer es una hembra humana adulta. O no lo sabe. Así está el Partido Laborista. Sir Keir Starmer, actual líder, afirmó el año pasado que el 99,9 por ciento de las mujeres «no tienen pene». ¿Y el resto sí son «mujeres» con pene?

La confusión mental, o científica, de esa gente no merece más palabras. Una cosa es que haya personas que, como dice Blair, «realmente sienten que están en el cuerpo equivocado», y otra que este sentimiento les transforme por arte de magia. Al contrario de lo que opinan Blair y los laboristas, eso no les debería permitir, salvo en contadísimos casos muy definidos, a «tener derecho a cambiar su género legal». Es un agravio comparativo. ¿Qué pasa con todos los búmers que no nos sentimos de nuestra edad legal? ¿A nosotros que nos den mucho? Un tío trans puede ponerse pechos y hacerse un agujero abajo, y un búmer implantarse pelo, tomar Viagra y ponerse más cachas que Mick Jagger. Si se lo pagan, faltaría más. Pero nunca seremos otra cosa que lo que somos; que no engañen ni se engañen. El DNI no se toca porque es LA REALIDAD.

El Partido Laborista, como toda la izquierda y parte del centro, lleva casi 15 años defendiendo las identidades de género. Ahora temen la pérdida del votante femenino. No es más que una jugada electoralista porque siguen sin una idea clara del follón en el que se han metido y que nos han metido. Lo de Hazte Oír, religiones aparte, se quedó corto.