La teletrampa
El cuerpo del ciudadano actual está bien cosido con Netflix y con Amazon. El españolito medio ha descubierto las virtudes del teletrabajo y la bendición de quedarse en casa. Qué tiempos en los que el genial actor Antonio Gamero decía que “como fuera de casa en ningún sitio». Con pantuflas o el equivalente que ofrece internet, desaliñado y sin echarse colonia, el ciudadano se enfrenta a la pantalla para regocijo de quien controla los destinos y voluntades del cliente. Sea la pandemia, la cumbre de la OTAN, la cabalgata de géneros o una manifestación vecinal, lo mejor es quedarse en casa y teletrabajar.
Realmente a casi nadie, salvo patologías insubsanables, le gusta trabajar. De hecho el ir al currelo ha sido siempre la excusa para ir a tomar una caña con los compañeros, echar una visual a un objeto de deseo, o salir huyendo de los hechizos de lo doméstico. De tanto teletrabajar amenazan en concurso de acreedores las tiendas de lencería, sastres, joyeros, incluso las tiendas de gasolineras. El hombre es un ser social por excelencia, y de hecho si no fuera por nuestro compadreo, muchas de las majaderías cotidianas nacionales, solo se extremarían. La cara y ojos para acometer proyectos, poco tienen que ver con la viscosa liquidez de los ordenadores del demonio. Esta revolución digital, la siguiente a la maravillosa etapa que marcó la imprenta, es tan e-virtual, tan llena de simulaciones y tan ciberespaciosa, que no entiendo la velocidad y facilidad con la que se está imponiendo, siendo algo que va tan en contra de lo que se viene llamando sociedad, que viene de social.
Claro que al leer la noticia de que un tal Mariano que juega al fútbol en un equipo del norte de Madrid, pero que vive en Barcelona, porque al parecer no se adapta a esta ciudad, se ha convertido en el primer futbolista que teletrabaja, y así ahorra mucho dinero en psicólogos, porque a juzgar por las fotos está felicísimo en su mansión superconectado al balón virtual.
Supongo que abducidos y fáciles de controlar, por una supuesta vigilancia de nuestros intereses, esta nueva tecnología se impone y nos lleva a una visión donde los trabajadores se enfrentan a una supuesta flexibilidad, pero en un régimen en el que la transitoriedad, la innovación y el corto plazo son los nuevos valores. Eso sí, todo muy sostenible.
Yo me sostengo en las reuniones y discusiones tan largas como sea necesario, en las barras para celebrar los éxitos, y por supuesto en las maravillosas y bulliciosas fiestas populares mientras pueda. ¡Viva san Fermín!
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