Opinión

El supremacismo separatista, a por los artistas

Las asociaciones despreciables que son subvencionadas por Salvador Illa son legión, y entre ellas destaca con luz propia Plataforma per la Llengua, esa entidad hispanófoba que se dedicaba a espiar en qué lengua hablaban los niños en las escuelas del área metropolitana de Barcelona, sin pedir permiso a padres o profesores. Su última hazaña ha sido insultar a un prestigioso artista anglosajón y pedir que se le acose. Vayamos al detalle. El pintor irlandés Sean Scully decidió abandonar Barcelona en agosto de 2021, donde residía con su familia, por culpa del independentismo y su obsesión con el catalán.

Así lo denunció en una entrevista en el diario británico Financial Times en la que aseguró que «en Barcelona, ibas a reuniones y hablaban siempre en catalán, como diciendo ‘te jodes’». Esa experiencia, según en los círculos sociales en los que te toque convivir, no es una excepción dada la obsesión de algunos por usar la lengua catalana a cualquier precio. En ese mismo artículo se quejó de que al hijo de la pareja, Oisin, entonces un chico de 12 años escolarizado en Barcelona, le decían que debería hablar catalán, en lugar de español, durante el recreo.

Esta familia se hartó del tribalismo lingüístico del separatismo catalán y cambió su residencia europea en Barcelona por la ciudad francesa de Aix-en-Provence, que alterna con su domicilio habitual en Nueva York. Scully no es un cualquiera, es un notable pintor que ha sido nominado dos veces para el premio Turner, ha expuesto en Europa y Estados Unidos y tiene obra en museos tan importantes como el Metropolitan, el MoMa y el Guggenheim de Nueva York.

Ahora expone parte de su obra en La Pedrera, uno de los edificios más emblemáticos de Gaudí en Barcelona. Y Plataforma per la Llengua, en una muestra más del rencor que domina el comportamiento de los separatistas, ha informado de este hecho con el siguiente mensaje: «El supremacismo no entiende de clases sociales ni de colores. Scully, pintor geométrico y policromático, decidió abandonar Cataluña porque a su hijo, en la escuela, le enseñaban en catalán. Si queréis saludarle o darle un golpecito en la espalda, ahora expone en La Pedrera -guiño-«.

Que una entidad que defiende el supremacismo lingüístico intentando excluir al castellano como lengua de uso social en Cataluña acuse de «supremacista» a un prestigioso artista es pura hipocresía. Que encima con su «guiño, guiño» invite a sus a seguidores a «saludarle» o «darle un golpecito en la espalda» con motivo de su exposición en Barcelona es algo mucho más siniestro. A esta entidad que invita al acoso a un pintor extranjero es a la que Salvador Illa, y buena parte de las administraciones controladas por el PSC, subvenciona. Es la misma asociación que incita a los catalanes a denunciar a camareros, dependientes o comerciantes para que los despidan por no atender en catalán.

El último ejemplo lo tuvimos la semana cuando el ex consejero de Interior de la Generalitat Miquel Buch montó un pollo en un restaurante barcelonés al que acusó de «haberle echado» por hablar al personal del establecimiento en catalán. Los primeros que apoyaron el numerito de Buch fueron los de Plataforma per la Llengua. Han pasado del apoyo a los que piden la cabeza de los camareros castellanoparlantes a pedir «golpecitos en la espalda» para un pintor que osó criticar la obsesión lingüística del separatismo. Y luego Salvador Illa dice que Cataluña está «pacificada» y va a regalar el nuevo canal en catalán de TVE a las productoras separatistas para que se forren. El ho tornarem a fer va a llegar mucho antes de lo previsto, ante la impunidad que disfruta el secesionismo.