Opinión

Sombras y luces de un año crítico para la Familia Real

No es probable, ni siquiera en los momentos de pensamientos más pesimistas que se hubiera podido plantear el Rey Felipe acerca del desempeño de su cargo de Jefe del Estado, que al monarca se le pasara por la cabeza un año tan lleno de calamidades tanto personales como institucionales. Un año, que si se marca el inicio a mediados del mes de marzo de 2020, se inició con la noticia abrumadora de una pandemia que iba a trastocar y volver del revés la vida de todos los ciudadanos del planeta Tierra, y que coincidió con la difusión de un comunicado del Palacio de la Zarzuela que iba a deconstruir el honor y el prestigio del Rey Juan Carlos para siempre.

En las mismas fechas, el Rey Felipe tuvo que afrontar dos misiones decisivas y determinantes para su futuro: asumir el papel de ser la imagen de referencia en su apoyo a los ciudadanos espantados por las dimensiones de una pandemia global que ha mermado la población de más edad de una forma muy significativa, y por otra tomar las riendas como Jefe de la Casa Real –o sea de la dinastía reinante- y dejar claro su rechazo total a la conducta impropia de su antecesor en el trono, Juan Carlos I, su padre.

Esta última e imprescindible tarea la llevó a cabo de forma inmediata, por medio de un comunicado que dejaba clara su renuncia a una herencia o activo cuyo origen pudiera no estar en consonancia con la legalidad, su decisión de retirar la asignación a su padre fijada en los presupuestos de la Casa del Rey, y la comparecencia  ante notario para dejar constancia del desconocimiento de esos hechos y su  rechazo a cualquier bien de origen ilegítimo.

Lo siguiente que hizo el Rey, secundado y apoyado por su cónyuge, fue poner en marcha un plan de contactos con todos los sectores de la sociedad para estar al tanto de la situación causada por la Covid en todos los ámbitos. Desde el Palacio de la Zarzuela, vía Internet, Don Felipe y Doña Letizia conversaron con representantes de los sanitarios, del sector de la alimentación, la energía, los trabajadores hospitalarios, los investigadores que buscaban soluciones para la terrible enfermedad, los discapacitados, los responsables de los sectores esenciales, los militares de la UME, los miembros de las Fuerzas Armadas… y un largo etcétera que sería muy largo enumerar.

Durante el confinamiento del primer estado de alarma, el Rey se atrevió a visitar el Hospital de campaña levantado en el Ifema y junto con la Reina, se pusieron en marcha una madrugada para visitar Mercamadrid y ver cómo se desvivían sus operarios para que la población no sufriera algún tipo de desabastecimiento. Las hijas de los Reyes, desde su residencia, dirigieron unas breves palabras de apoyo a los jóvenes de su edad al tiempo que lamentaron la pérdida de tantos seres queridos para muchos ciudadanos.

En el mes de agosto, otro episodio protagonizado por Don Juan Carlos, removió los cimientos del Palacio de la Zarzuela: el padre del Rey anunció su decisión de trasladarse fuera de España. Una medida, al parecer, propuesta de forma conjunta por la Casa del Rey y el Gobierno español, que veían como inasumible que el anterior monarca siguiera viviendo en la sede de la Jefatura del Estado. La Fiscalía del Tribunal Supremo había abierto unas investigaciones para aclarar el origen de una donación de 100 millones de dólares. Eran momentos de crisis, con una repercusión inmensa en los medios de comunicación nacionales y extranjeros. Sobre todo, al conocerse que el lugar elegido por el Rey emérito era Abu Dabi, perteneciente a los Emiratos Árabes Unidos, uno de los lugares de origen de la presunta fortuna oculta del anterior monarca. La institución intentó mitigar las críticas con la visita programada a todas las comunidades autónomas para hacer visible la presencia y el apoyo de los Reyes a los ciudadanos.

La celebración de los Premios Princesa de Asturias, con la presencia de la heredera de la Corona en Oviedo junto a su familia, supuso una nueva subida de  enteros de los Reyes y sus hijas que ahora son los que asumen la agenda de actos oficiales con escasas apariciones de la Reina Sofía. La madre del Rey es una persona de 82 años, por tanto de alto riesgo frente a la enfermedad, que mide mucho sus salidas aunque sigue al frente de la Fundación que lleva su nombre de forma muy activa. Su última intervención ha sido lanzar una campaña a favor de la investigación de las enfermedades neurodegenerativas que ha recuperado la figura y la palabra de Dalí de forma virtual para subrayar la importancia de investigar esas dolencias, una de las cuales –el Parkinson- le causó grandes estragos y la muerte.

Como balance de este año trágico, en el que la Familia Real se ha visto instalada en una auténtica montaña rusa debido a la pandemia y a la conducta impropia y poco ejemplar de Don Juan Carlos, hay que destacar la actuación mesurada y ecuánime del actual Rey, asesorado por su equipo. Pero sigue faltando para la ciudadanía una explicación amplia y clara de los hechos que han puesto en riesgo a una institución cuya principal misión es la de ser ejemplar siempre y mantener la cercanía con los ciudadanos españoles. En esa tarea dificilísima de reconstrucción está ahora. Creo que es el momento de mantener la esperanza.