Opinión

La sociedad cerrada y el discurso del Rey

Un amigo, hombre sabio y de vasta formación, jurisconsulto al servicio de nuestras más altas instituciones, suele lamentarse de que somos una sociedad cerrada, intolerante y polarizada…Una manifestación evidente de esto es que nuestro debate público se centra más en las diferencias políticas (meramente cosméticas entre los dos grandes partidos) que en la realidad. Otra manifestación especialmente virulenta es nuestra izquierda: sus juicios suelen ser cerrados y militantes. Cualquier persona puede comprobarlo en su entorno, donde la gente más intolerante suele ser la más militante en el izquierdismo patrio. Incluso en las redes se han ido inventando apodos para este tipo de personas, como las famosas “charos”.

A esa sociedad se dirigió el Jefe del Estado en nochebuena. Y en ese contexto es donde se puede valorar su discurso. Un discurso al que esas izquierdas han criticado sobre todo por dos cosas: la falta de condena explícita a las actividades procesadas del ex Jefe de Estado, y la ausencia de referencias a los «militares que animan actitudes golpistas» (Jordi Sánchez dixit). Al parecer a estos críticos les parece que hay que repeler con contundencia frente a esos militares que comentaban cosas contra el Gobierno (que no contra el régimen) y les parece que es exigible a un político dejar en evidencia a su propio padre antes de que un tribunal le condene.

Al respecto, decía un Catedrático de Derecho mercantil estos días en las redes que habría que preguntarles a estos críticos por dos asuntos íntimamente relacionados. El primero, el padre de Pablo Iglesias: ¿debería decir algo el Vicepresidente sobre la militancia de su padre en el FRAP? El segundo, sobre la voluntad deliberada de los representantes de Bildu de derrocar el régimen, según sus propios discursos en las Cortes: ¿debería haber criticado el rey dichas posiciones rupturistas? Naturalmente estos izquierdistas pensarán que no, pues critican con doble rasero: exigen al Rey lo que no piden a los disidentes del régimen.

Pero el problema de la actitud cerril patria no alcanza solo a las izquierdas, ojo. Por ejemplo estos días hemos leído en El Español sendas entrevistas con los actuales aspirantes carlistas a la Corona. Uno ofrece una monarquía socialista y autogestionaria. El otro, una monarquía católica tradicional.  También estos días ha arrancado una asociación (la nueva Junta democrática) que pide un proceso constituyente que nos permita elegir la República y una democracia formal. No se refieren a una República bolchevique ni bolivariana, sino a una República tipo Francia o Estados Unidos… Pero ninguna de estas opciones son contempladas por nuestro cerrilismo patrio, ni otras como por ejemplo un Rey con legitimidad dinástica además de política (ej. Luis Alfonso de Borbón), una república netamente liberal, o una bicameralista perfecta con amplio poder moderador del Presidente como la de Italia. Aquí todo se mueve entre la monarquía de Campechano y el bipartidismo corrupto, y la República socialista capaz de aterrorizar a todos los moderados para que se traguen el Estado en que vivimos.

Esta y no otra es la sociedad a la que se ha tenido que dirigir el Rey. Es evidente que su discurso puede resultar decepcionante. Es evidente que cabría pedir más contundencia frente al rupturismo, tipo 3 de Octubre. También es evidente que cabría exigirle más contundencia con otros temas. Pero siendo que sus principales críticos carecen de autoridad porque piden lo que no dan. Y siendo que cualquier salida de tono incendia este país cerrado, debemos concluir que el discurso ha sido lo posible, por limitado que parezca. Y sobre todo, ha tenido una enorme virtud: redirigir el debate hacia la realidad, no a la ficción de partidos en la cual vivimos. Algo que comprendemos que cueste en una sociedad de mentalidad cerrada…