Opinión

Los sindicatos agónicos excitan huelgas

Pero, ¡oh, casualidad! sólo en Madrid. En Madrid únicamente, que es la única región que ya tiene un plan para la reapertura de los centros escolares, un plan que va a presentar el próximo martes la propia presidenta de la Comunidad. Más, ¿qué les importa a esta tribu de paniaguados este pequeño detalle? Nada; ellos trabajan para el Gobierno del Frente Popular cuyo presidente, chuscamente ataviado de corbata junto a los mosquitos de Doñana, ha ordenado a su súbdito Franco, delegado del Gobierno en Madrid, que emprenda todas las acciones posibles cara a una moción de censura en octubre.

Esta será la primera huelga; habrá más. Objetivo: Ayuso. “Ya  no cuentan – me dicen periodistas con su camiseta- con el “frailón” (Gabilondo), se lo pasan por el arco del triunfo, quieren agitar el ruedo madrileño y en octubre se lanzarán al cuello de Ayuso”. Por eso perpetran ahora, como primer asalto, un parón escolar que sólo perjudica a los chavales y a sus padres. Pero, ¿qué más les da a ellos una Educación para memos que pasa de curso a suspendidos crónicos? Ellos están en la agitación. Resulta que el Gobierno  de la Nación (o así) que pretende celebrar una conferencia de presidentes en los estertores de este mes, no tiene siquiera un avance de un programa de enseñanza para todas las regiones. Nada de nada. ¿Por qué entonces sus sindicatos, la UGT fantasmal, y las Comisiones Obreras que son ahora mismo correa de transmisión de Iglesias, no dirigen sus iras contra Sánchez y la inane Celaá, desaparecidos todo agosto? ¿Por qué? Pues porque esos son  de los “nuestros” y a los nuestros no hay que alterarles el recreo. Ahora Celaá cita para el jueves 27 a sus interlocutores educativos, dos días después de que se conozca el “Plan Ayuso». Genial.

Los profesores más independientes están que trinan contra la convocatoria de los agónicos. Es la primera vez, que se sepa, que se llama a la huelga cuando los centros están cerrados y ni siquiera se sabe cuándo puedan abrir. Sería ridículo, sino fuera porque políticamente es inaceptable. Los niños madrileños están en casa desde marzo, sus maestros insisten en que hay que llevarles a clase porque si no devendrán en analfabetos funcionales, pero los sindicatos, a las órdenes de Franco y del ataviado Sánchez (¡qué ridículo, madre, revestido de pontifical en Las Marismillas, simulando que trabaja para todos nosotros!) han decidido que el objeto de sus iras es la única -hay que repetirlo, única- región que ha madurado todo un plan para que los discentes, sean pequeños o más grandes, no vuelvan a perder otro curso escolar. UGT y Comisiones son unas entidades anticuadas, depravadas por sus numerosos escándalos, que no tienen otros militantes que todos los españoles que, sin quererlo, les pagamos diezmos y primicias sin cuento, para que ellos tengan al fin y como mayor encomienda, programar los viajes del Imserso y beneficiarse de los ERES. Ahora, como no se puede mandar a los jubilados ni a Benidorm, ni a Tenerife, se dedican a convocar una huelga para moverle la silla a la presidenta Ayuso. ¿Saben estos enchufados (de cualquier Gobierno, no crean) que la aborrecida Ayuso, ya por el mes de mayo, propuso PCR generalizados tal y como en este  momento ordena, más que aconseja, la desprestigiada Organización Mundial de la Salud? ¡Bah, les da lo mismo! Lo que se lleva es el intento de demostrar que el Gobierno de coalición de Madrid es un auténtico desastre.

Ellos, los agónicos, trabajan inusitadamente por la desigualdad, porque, ya se comprobará, los colegios privados, tras conocer el plan de Ayuso, van a abrir sus puertas y, ¡a ver quién es el guapo ugetero que se presenta allí con su plastilina en la mano para bloquear cerraduras! Nadie; son timoratos porque nunca han luchado por nada, menos aún por el bienestar de los que ellos denominan (son más antiguos que el Rigodón) “su clase”. De forma que se habilitarán unos centros y seguirán conclusos otros, los más. Esta es la igualdad que pregonan estos sindicatos, éstos, los que han convocado una huelga a todas luces política que únicamente favorece los intereses de sus jefes, del PSOE y Podemos que, ellos sí, se fotografiarán, como en los tiempos del franquismo, para anunciar urbi et orbi que no paran en sus constantes desvelos por empeorar la vida de todos los españoles. Es de esperar que esta nueva huelga, que no defiende otro interés que no sea el de los convocantes, termine en un clamoroso fracaso, que los centros, si ya lo pueden hacer, abran, que los muchachos se incorporen a la cultura del saber, y no a la de la subvención que pregonan los paniaguados, y que dejen laborar de una vez a los que saben, y, eso sí, que Franco (le llaman como antiguamente a Rodríguez Sahagún, “Pelopincho”) se dedique a lo que no hace: a asentar la seguridad de los madrileños. No lo hará; de eso no entiende nada. Inepto.