Sin transparencia no hay democracia, Pedro Sánchez
Por mucho que los indeseables que nos gobiernan tomen las instituciones jamás podrán impedir que haya quintacolumnistas, gente que se rebela ante tanto totalitarismo, personas decentes que se empeñan por mantener viva la llama de la democracia y la libertad desde su pequeña parcela de poder. El martes de madrugada estallé en carcajadas al escuchar a un presentador de TVE comparar el apagón padecido el lunes por el 90% de los españoles con los que de manera cuasidiaria se suceden «en Venezuela y Cuba». Y al pavo no se le ocurrió mejor idea —no es ironía— que contactar con los corresponsales en ambas dictaduras para que contasen cómo se viven allí estos marrones que, más que la excepción, constituyen la regla. He de admitir que mi nivel de placer se aproximó al de un orgasmo.
Como diría Jack El Destripador, vayamos por partes. Para empezar, es menester subrayar que lo acontecido ¿inesperadamente? en toda España menos en Baleares, Canarias, Ceuta y Melilla fue sencillamente tercermundista. Un apagón total en Francia, en Alemania, en el Reino Unido, en Italia o en cualquiera de las envidiables naciones escandinavas es inimaginable. Básicamente, porque sus infraestructuras eléctricas son de última generación y porque no hay gobernante que salga vivo de un cristo así. Vamos, que allí los primeros ministros se amarran los machos y hacen los deberes para no terminar haciendo cola en las oficinas del paro.
Teóricamente, nuestra red eléctrica también es lo último de lo último y no por este Gobierno autocrático de quinta que nos ha tocado padecer sino gracias a unas eléctricas —con esos dos empresones que son Iberdrola y Endesa a la cabeza— que llevan años haciendo los deberes, es decir, invirtiendo billetes a mansalva. El problema es que en el operador que regula el tráfico (Redeia, antes llamada Red Eléctrica) pusieron a una inútil llamada Beatriz Corredor que debe saber tanto de leyes, es registradora de la Propiedad, como menos que nada de energía.
Un apagón total en Francia, en Alemania, en el Reino Unido, en Italia o en cualquiera de las envidiables naciones escandinavas es inimaginable
Un tonto o incompetente a los mandos de un ala delta carece de capacidad para causar demasiados problemas por la propia naturaleza del artefacto, pero un imbécil pilotando un Airbus 380 es un auténtico peligro público porque antes o después se estrellará. Si lo hace en pleno campo, matará a los 520 pasajeros, si el diablo quiere que impacte en un núcleo urbano las víctimas se contarán por miles. Salvando las obvias distancias, eso es lo que ocurre con la cretinesca presidenta de Redeia, que encima se niega a dimitir después del pollo que montó el lunes. Con un par, declaró textualmente: «No ha fallado nada». No es broma, es lo que dijo. Y ahí continúa en el machito percibiendo 546.000 pavos de sueldazo anual, más que muchos futbolistas de Primera División. El salario que se merecería el número 1 en la materia pero no una inepta cuyo único mérito para presidir Redeia es ostentar un carné con el puño y la rosa. Y no será porque los expertos de la casa, que haberlos, haylos, no la avisaron de la que se les podía venir encima.
A todo este cúmulo de imbecilidad hay que sumar, como en Valencia, un dogmatismo que se erige siempre como el gran enemigo del progreso y la modernidad. Así como en la gran provincia levantina fue el ecologismo mal entendido el que disparó exponencialmente las consecuencias del diluvio, con ese barranco del Poyo que no se podía limpiar por orden gubernativa como aterrador botón de muestra, aquí es la casposa aversión a las nucleares otro de los motivos del desastre. La persecución fiscal de este sistema de generación eléctrica provocó que los siete reactores operativos en España estuvieran apagados el día de autos impidiendo que salieran al rescate de una renovable y una hidráulica que no fueron capaces de dar abasto.
Gracias a Pedro Sánchez y sus mariachis tenemos proyectado cargarnos todas y cada una de las siete centrales nucleares actualmente operativas
Lo cual tiene bemoles teniendo en cuenta que contamos con ocho veces menos reactores que esa vecina Francia que nos echó una mano para recuperar el suministro. Allí no sólo consideran que no tienen suficiente con 56 —que producen el 70% de la electricidad que consumen— sino que hay en marcha 14 minicentrales, el sistema de generación de moda. Un proyecto estratégico impulsado por Emmanuel Macron en el que van de la mano de la Italia de Meloni. Nosotros, gracias a Pedro Sánchez y sus mariachis, tenemos proyectado cargarnos todas y cada una de las siete actualmente operativas. Nos situamos a la estela de la estúpida de Angela Merkel, la socialdemócrata travestida de liberalconservadora que nos metió en el irresponsable austericidio y que implementó esa política de cero energía nuclear que sus sucesores están revisando a marchas forzadas para no regresar a las cavernas.
Eso en el hipotético caso de que se tratase de un problema estrictamente técnico porque, aunque ya tenemos luz en casa y en la oficina, continuamos a oscuras informativamente hablando. No sólo nos comimos un marrón que nos tuvo incomunicados y en penumbra de nueve a doce horas —la pena iba por barrios— sino que, además, en el colmo del recochineo, el presidente del Gobierno vuelve a insultar a nuestra inteligencia de la forma más descarada que se pueda uno imaginar. Cuando, para más inri, este lunes negro ha dejado por el camino varios muertos y cientos de millones en pérdidas.
Nadie con dos dedos de frente se cree el cuento chino ese de que aún se desconocen las causas del colapso. Máxime cuando han transcurrido ya seis días. Si alguien tiene ya meridianamente claro qué aconteció es el marido de la tetraimputada Begoña Gómez. Y, si no lo sabe, peor aún, prefiero un gobernante malo que uno tonto. Si por una vez nos ha dicho la verdad y no tienen pajolera idea de lo sucedido, se tiene que largar a su casa sin más dilación. Para mí es más motivo de dimisión la estupidez que la maldad.
La total transparencia, querido Pedro, es sinónimo de democracia, sin transparencia no hay democracia, es algo de primero de Derecho Político
O es que tal vez se trató de un ciberataque ruso, hipótesis de trabajo cada vez más plausible, y no se atreve a confesarlo por el ridículo que supondría. El Reino de España quedaría a la altura del betún, como un Estado poco confiable, como una nación en la que no conviene invertir porque tiene más agujeros en materia de seguridad que un queso Emmental. Al respecto cabe recordar que Adolf Putin ha dejado a oscuras Ucrania en varias ocasiones y no sólo a bombazos sino mediante el eficaz terrorismo cibernético. Las cosas de esa guerra híbrida a la que tan aficionado es el envenenador que preside Rusia.
En el fondo de todo subyace la manera de concebir la política que maneja un sujeto (Pedro Sánchez) que nos lleva a rastras de la autocracia, estadio político en el que nos encontramos, a la dictadura. La transparencia, querido Pedro, es sinónimo de democracia. Sin transparencia no hay democracia como sin ejemplaridad una monarquía parlamentaria está abocada a su extinción. De primero de Derecho Político. La rendición de cuentas es consustancial a un sistema de libertades como Dios manda. La oscuridad es el modo preferido de conducirse de los más terribles tiranos de la historia: desde Hitler y Stalin hasta los contemporáneos Maduro, Díaz-Canel, Ortega, Kim Jong-un y el mismísimo Putin, pasando por el antecesor de Sánchez a título de caudillo. Cuando la ciudadanía no se entera de lo que pasa realmente o cuando se le engaña o se le distrae, la crítica se hace imposible, la alternancia se transforma en entelequia y la supervivencia política del sátrapa es coser y cantar. Sánchez y sus Goebbels de cámara nos quieren apagados. Así de claro. Yo, mientras tanto, en medio de tanto autoritarismo, me aferro a una de las frases favoritas de ese gigante de la libertad que fue Winston Churchill: «La hora más oscura es la que precede al amanecer». Que así sea.
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