Opinión

Si Iglesias no se gana el sueldo que deje la política

Pablo Iglesias sigue de vacaciones mientras la incertidumbre crece en su partido. Desde el pasado 20 de diciembre, el secretario general de Podemos no aparece en público. Hasta los niños han tenido un descanso más corto estas Navidades. El asalto a los cielos interruptus ha dejado exhausto al líder morado. En sólo cuatro años, los podemitas han pasado de la euforia exacerbada a la depresión colectiva. Un peligro inherente a vivir siempre en el extremo. Y es que una cosa son las promesas de mitin y pancarta y otra muy distinta convertirlas en realidad con el tozudo ritmo que marca el día a día. Un partido serio no se construye con retórica bolivariana sino a través de un compromiso férreo con la democracia. Algo de lo que adolece la formación morada, que en los últimos tiempos ha entrado en barrena tras su más que evidente connivencia con los golpistas catalanes.

Si Iglesias está desencantado porque su partido se precipita cuesta abajo en todas las encuestas, debería ser honesto consigo mismo y con todos sus votantes y dejar la política. El sueldo público hay que ganárselo jornada a jornada de manera inexcusable. Una ausencia tan continuada es una falta de respeto a todos los ciudadanos. No obstante, el «macho alfa» no renunciará al cetro de su partido. Aunque sea en un segundo plano, dejará todo atado, y bien atado, para convertir a Irene Montero en la nueva jefa de Podemos. Una táctica que traiciona los principios fundacionales de los populistas. En teoría, asentados en la «participación» y en el «espíritu asambleario». Algo que, visto lo visto, quedó olvidado en algún lugar de la Puerta del Sol durante el ya lejano 15 de mayo de 2011.

Una prueba más de que la nueva política nació vieja, heredera de los vicios que han tenido siempre los partidos tradicionales. La decisión de Iglesias al designar a Irene Montero es una dedazo en toda regla. Una dedocracia que desenmascara aún más la fatuidad del discurso que Pablo Iglesias ha esgrimido durante los últimos años. Llama también la atención que Iglesias y Montero se autodenominen entre ellos como «los Kirchner». Un matrimonio formado por los presidentes de Argentina Nestor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández de Kirchner (2007-2015) que no se caracterizaron precisamente por la limpieza institucional de sus respectivos mandatos ni por la lucha contra la corrupción. Otra pista de cuáles son las filias del desaparecido Pablo Iglesias.