Si Francia se asoma al precipicio…
Conozco la deriva de una gran mayoría de españoles (no todos, of course) a ningunear de alguna manera lo que ocurre en el exterior (esa herencia envenenada de tiempos pasados), incluso los aconteceres de países tan cercanos, más allá de los Pirineos, aunque sean o hayan sido una gran potencia como es el caso de Francia, cuyo Estado salvó por dos veces el general Charles de Gaulle.
No me resisto, más allá de la necesidad de clicks, a dedicar un Palo Alto a lo que está ocurriendo en el país vecino en versión del nuevo priimer ministro francés, el prestigioso y gran europeísta, Michel Barnier, 73 años. Después de haberlo sido todo –excepto presidente de la República– en la política gala, decidió hace tan sólo unas semanas aceptar la oferta del presidente Macron para dirigir la difícil gobernabilidad de la que fue cuarta potencia del mundo. Aún así, continúa como número dos de Europa, sólo detrás de Alemania.
Precisamente esa debe haber sido la condición de Barnier que ha llevado al presidente liberal a cooptarlo como primer ministro: que puede decir la verdad al pueblo francés, por un lado; por otro, que puede aplicar sus recetas sin miramientos ni concesiones al electoralismo y mucho menos a la poderosa galería ultraizquierdista que acaudilla el neocomunista y vociferante Mélenchon. Interesa al columnista sobremanera subrayar el diagnóstico del curtido dirigente francés que realiza sobre su país; más que nada porque cuando las barbas de tu vecino… Y porque la situación española es mucho peor que la que sufre la patria de Molière. El primer ministro habló de que «Francia se asoma al precipicio»; es decir, que de continuar así corre el riesgo de convertirse en un Estado fallido.
Barnier ha dejado sentado como primera provincia que el déficit de las cuentas públicas y la deuda de la segunda potencia europea es «claramente insostenible». Sabe mejor que nadie que o los Estados miembros aplican sus propias recetas o la UE saltará por los aires. Hay algo en lo que Francia supera en gravedad a España, la emigración ilegal. Algo que ha relanzado las posibilidades de los extremos políticos y sociales que van en aumento. Nada más que añadir. Animo a los lectores a que sigan con atención los próximos pasos de Barnier, que únicamente pidió al presidente manos libres para utilizar el bisturí antes de aceptar el caramelo envenenado que acepta por compromiso patriótico.
Si Francia se asoma al precipicio…
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