Opinión

Ser anti-crucerista: otro peaje que paga Armengol

Depender de otros para gobernar exige pagar un peaje. Sea el que sea. Francina Armengol es una especialista en la genuflexión y no duda en someterse a todas las exigencias de los ecosoberanistas de Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca) si en eso le va su sillón en el Consolat de la Mar. Ayer tocó imponer el catalán aunque eso suponga perder profesionales sanitarios de alta calificación y hoy toca criminalizar a los cruceros. No porque ese sea el discurso del PSIB, sino porque forma parte del ideario de Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca).

El turismo de cruceros deja 300 millones de euros en Baleares y genera 6.000 puestos de trabajo. Eso, sin contar con que es uno de los principales sostenes de los pequeños negocios del centro de Palma, azotados sin piedad por la pandemia. Ese es el sector al que se dirigen ahora las miradas del Govern, que dice que quiere limitar la presencia de navíos de gran calado en el puerto de Palma con la excusa de la sostenibilidad, obviando que en estos estos momentos unos dos tercios de la flota mundial ya incorporan sistemas de tratamiento de residuos similares o superiores a los de muchas ciudades europeas.

Francina Armengol está contra los cruceros porque Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca) está contra los cruceros; Catalina Cladera no va a terminar el segundo cinturón, pese a que la isla lo reclama a gritos porque Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca) no quiere construir más carreteras. Así, todo. Veremos cuál es el siguiente capricho de los nacionalistas, que se sienten más fuertes que nunca ante la sumisión de un Govern que depende de ellos.

Ha costado mucho que el puerto de Palma empezara a formar parte de las rutas habituales de cruceros por el Mediterráneo. Aquí hemos visto atracado en su día el barco más grande del mundo, el Allure of the Seas. Eso se ha traducido en muchísimo dinero y en un nuevo turismo que no hay que criminalizar, sino simplemente adaptarlo a las necesidades y a los recursos de la isla. Si seguimos así las grandes compañías navieras no tardarán en obviar la escala mallorquina y elegir otra de las múltiples islas que existen en el Mare Nostrum, algunas de ellas muy cercanas. Quién sabe, quizás ese sea el primer paso para que se cumpla el sueño dorado de Esquerra Republicana de Catalunya (perdón, Més per Mallorca): ver a todos los mallorquines corriendo en taparrabos por el bosque mientras recitan Els Segadors.