Opinión

Sanchismo sin fronteras

  • Pedro Corral
  • Escritor, investigador de la Guerra Civil y periodista. Ex asesor de asuntos culturales en el gabinete de presidencia durante la última legislatura de José María Aznar. Actual diputado en la Asamblea de Madrid. Escribo sobre política y cultura.

El actual embajador en la UNESCO, Miquel Iceta, anterior prócer de la Cultura ministerial, desayuna en París todas las mañanas como premio extraordinario a su generosa contabilidad de naciones en el suelo patrio, como quien recuenta melones en la huerta antes de un nublado: le salían ocho o incluso nueve naciones, decía el intrépido bailarín.

Para ser ministro y embajador de Sánchez basta con que tengas diez deditos en las manos para llevar la cuenta de la vieja en el inventario plurinacional. Lo raro es que el sucesor de Iceta, el monosabio Urtasun, no haya salido a decir que en la huerta de la España sanchista han crecido otras cien naciones de la noche a la mañana.

Contar así de generosamente el melonar archifederal bien merece una embajada en El Cairo para desliar vendajes de momias sin parar. Vaya cosas más raras hacían los antiguos con los muertos: los vendaban de la cabeza a los pies como se vendó Sánchez el cerebro para escribir a ciegas su tesis doctoral guiado por aquel avispado escribano al que acaba de nombrar vicepresidente de Telefónica.

La picaresca española no había alcanzado cima tan alta desde que el Lazarillo trató de birlar el vino al ciego. La diferencia es que ahora la cántara nos la han estrellado en los dientes a todos, con los cerca de 2.000 millones de euros del contribuyente que el marido de Begoña ha pagado en acciones de la compañía para colocar al coautor del libro de su tesis como recompensa y para convertir tan generosa fuente de publicidad en un nudo corredizo sobre el cuello de los medios críticos.

No nos caerá la breva de que manden a Urtasun a Egipto a archivar momias, como aquel personaje de Gila que le dijo a su jefe que se fuera a archivar monos a Brasil creyendo que le había tocado un premio gordo. Sobre todo porque lo de contar naciones a cascoporro como Iceta empieza a estar seriamente devaluado porque Sánchez ha decidido que de momento sólo hay una: Cataluña, de la que el resto de España es una colonia.

Ya se acabó el conteo y el cuento plurinacional desde la noticia del acuerdo con ERC sobre la deuda de Cataluña con el Estado. Las ocho o nueve naciones de Iceta se han esfumado cuando han empezado a tintinear los dineros del Estado, es decir, los dineros de los españoles, en las alforjas de la recua de mulas que dirige María Jesús Montero camino de Cataluña con la célebre condonación, esto es, del condenado infierno de los contribuyentes.

Ya sabemos todos por la experiencia de estos años que cuando el sanchismo habla de «condonar» algo es porque al final se la termina endilgando a alguien, en este caso al sufrido pueblo español, al que está empobreciendo a un ritmo galopante, mientras pudre nuestra arquitectura institucional con una corrupción por debajo incluso del nivel de Ruanda o Botsuana, y a la altura de Torrente. A las aficiones lúbricas pagadas con dinero público por la mano derecha de Sánchez, José Luis Ábalos, me remito para demostrar ambos asertos.

Sánchez había declarado en julio de 2024 que el acuerdo de ERC y PSC para la investidura de Salvador Illa al frente de la Generalitat nos dirigía a «la federalización de nuestro Estado autonómico». Quedó entonces claro que el sanchismo había abandonado la senda de la reforma constitucional que el PSOE había defendido desde hacía una década para promover el modelo federal como bálsamo de Fierabrás contra el secesionismo.

Sánchez ha pasado de propugnar la ruptura de la caja única con la cesión de la soberanía fiscal a Cataluña a poner en marcha la aspiradora única para sacar del bolsillo de todos los españoles el pago del guateque supremacista y xenófobo de los independentistas. Es una nueva consecuencia de la UTE, unión temporal de embaucadores, que nos desgobierna.

El pago sale a razón de 1.200 millones de euros por cada uno de los catorce votos con que Junts y ERC sostienen en el Congreso el proyecto autocrático de Sánchez. Con él hemos pasado de la política de «hechos consumados» a la de «hechos consumidos», porque sus atropellos al orden constitucional se consuman y se consumen unos a otros a velocidad de vértigo.

Ya no habrá caja común para que Cataluña deje de contribuir fiscalmente con el conjunto de las comunidades de régimen común bajo los principios constitucionales de igualdad y solidaridad, pero sí la habrá para que los ciudadanos de otras regiones paguen de su bolsillo el despilfarro de los que dicen odiar a España en la misma proporción que aman el dinero del resto de los españoles.

Los madrileños serán los que más aporten, en castigo a su condición de campeones de la solidaridad con el resto de la nación y en penitencia a su rigurosidad presupuestaria, que ha permitido al gobierno de Isabel Díaz Ayuso eliminar los tributos propios y aprobar 32 rebajas de impuestos frente a las 93 subidas de Sánchez. Y ello en beneficio de todos los ciudadanos de Madrid, especialmente de los que tienen las rentas más bajas.

A la vez que se catalaniza la riqueza española, se españoliza la deuda catalana, pasando del secesionismo de la fiscalidad al centralismo del adeudo sin solución de continuidad. A ello se suma el trato favorable a las regiones donde el PSOE pretende dopar sus expectativas electorales, como Andalucía o Castilla-La Mancha.

Este es el nuevo modelo de financiación territorial que propone el caudillo Sánchez en esta pluralidad de desatinos en lo visceral en que está convirtiendo España, utilizando el Estado como brazo articulado de su partido.

Otra de las consecuencias de esta ansiedad de Sánchez por aferrarse al poder en busca de impunidad ante los casos de corrupción que cercan a su Gobierno y a su entorno, es la imposibilidad de abordar con sensatez la necesaria reforma del sistema de financiación autonómica.
El oportunismo sanchista ha dejado sin contenido incluso los posibles argumentos sobre el modelo federal que proponía hasta ayer el PSOE, creando un escenario de privilegios y de agravios enfrentados de insospechadas consecuencias.

Sánchez ha optado por la política de tierra quemada. A cada paso que da deja a su espalda un campo en llamas, en el que será muy difícil volver atrás sin la amenaza de que los privilegiados de hoy acrecienten el incendio para no perder sus nuevas prebendas.

Los votos de los independentistas en esta legislatura no sólo están sosteniendo artificialmente a un jefe de Gobierno sin una mayoría fiable. El objetivo de Puigdemont y Junqueras es hacer inviable el resto de España para abonar el campo de sus delirios ultranacionalistas. Sánchez es su más aventajado cómplice en este propósito.

Ahora toca la cesión de las competencias en inmigración en contra de la Constitución y el derecho de la Unión Europea. Sánchez ha decidido cambiar impunidad por fronteras, otorgando ilegalmente a sus aliados secesionistas competencias del Estado con serias implicaciones en el orden nacional e internacional. Todo pagado, como las amigas de Ábalos, con el sudor de la frente de los contribuyentes, laminados a impuestos con el único fin de servir a los intereses mafiosos de Sánchez y sus socios.