Opinión

Sánchez ya no sabe hacer otra cosa que el ridículo

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, aprovechó un mitin de la campaña andaluza para anunciar que el Ejecutivo aprobará una ley para blindar la sanidad pública, «con el fin de que no se privatice por ningún gobierno de derechas en ninguna comunidad autónoma». Qué mal tiene que estar el PSOE en las encuestas para un anuncio tan estúpido como este, porque ningún gobierno de derechas ni ninguna comunidad ha tratado jamás de privatizar la sanidad pública, que está garantizada y protegida constitucionalmente. La izquierda lleva dando la matraca con este asunto desde hace décadas, pero a fuerza de ponerse insoportablemente pesada, lo que ha provocado es que la opinión pública no la tenga en cuenta. De manera torticera, lo que pretende el socialcomunismo es generar miedo ante una amenaza ficticia.

El debate es viejuno y si Sánchez pretende agitarlo de nuevo es porque su intención de voto está bajo mínimos. La sanidad pública está garantizada sin necesidad de recurrir a blindajes oportunistas. Y si lo que le molesta a Sánchez es que la sanidad pública se apoye en la sanidad privada para agilizar las listas de espera, habrá que decirle que eso es algo que se lleva haciendo desde hace tiempo con resultados francamente positivos en la Comunidad de Madrid, por ejemplo, pero también en otros territorios, sin que ello signifique que la colaboración público-privada responda a plan alguno para privatizar la sanidad pública, como falsamente asegura la izquierda para tapar su propia incapacidad en la gestión.

Esa colaboración público-privada permite liberar el 40% de las operaciones quirúrgicas al sistema público, sin que suponga ningún cargo añadido al usuario del sistema. De modo que la ley que ha anunciado Pedro Sánchez no es más que un intento, desesperado, de generar dudas en la sociedad española por la vieja vía de vender una falsa amenaza de la derecha. A estas alturas, los españoles ya saben cómo se las gasta el presidente y de lo que es capaz de hacer para seguir aferrado al poder: mentir como si no hubiera mañana.