Sánchez también tendrá que arrodillarse ante Bildu
La pérdida por parte del PNV de un escaño en Vizcaya, que pasa al PP tras el recuento del voto en el extranjero, tiene más trascendencia del mero hecho de que los populares alcancen los 89 asientos en el Congreso de los Diputados y los nacionalistas vascos se queden con los mismos seis que consiguieron en las elecciones de abril. La pequeña variación significa que, si Pedro Sánchez quiere ser investido presidente, tendrá que recibir los apoyos de la izquierda radical, las distinta formaciones regionalistas y, además, la abstención de ERC y también la de los proetarras de Bildu, contando con los votos contrarios de PDeCAT y la CUP .
Es decir, el escenario se le complica aún más al jefe del Ejecutivo. Y ese es, precisamente, el problema: que Sánchez tendrá que ampliar su abanico de concesiones a los separatistas catalanes y a los herederos de ETA. La pérdida del séptimo escaño del PNV fuerza al presidente del Gobierno a tener que ir todavía más allá: ya no basta con convencer al preso Oriol Junqueras, sino al ex terrorista Arnaldo Otegui.
ERC, Bildu y BNG ya han puesto condiciones: los independentistas catalanes, una mesa al margen del Congreso de los Diputados en la que los Gobiernos de España y Cataluña negocien de Estado a Estado (¿se acuerdan de Pedralbes y la figura del relator?) además de la plurinacionalidad, una consulta no vinculante y una solución a los presos golpistas. Bildu y BNG, por su parte, exigen el reconocimiento del derecho de autodeterminación.
¿Qué hara Sánchez? La respuesta, vistos los antecedentes, es relativamente sencilla: todo lo que sea necesario para asegurarse su permanencia en La Moncloa, aunque para ello tenga que tragarse la propuesta que hizo en el debate electoral de volver a incluir en el Código Penal el delito de referéndum ilegal. En las actuales circunstancias, esa propuesta dormirá el sueño de los justos, porque Sánchez es un trilero capaz de decir una cosa y la contraria para seguir abrazado al poder.
En condiciones normales, cualquier candidato a presidente con un sentido de la dignidad y una conciencia patriótica mediana renunciaría a entregar España a sus enemigos, pero Sánchez sólo piensa en su beneficio personal, aunque reviente la unidad nacional
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