Sánchez no oye nada en los balcones
Nadie en su sano juicio podrá negar a Sánchez esta consideración: fenómeno letal de la naturaleza animada. Como muy bien ha explicado Albert Rivera, mejor alumno que profesor, hay que preguntarse si es Pedro Sánchez un estratega genial o acaso un mero superviviente con tintes de dictador.
La respuesta más razonable, visto lo comprobado, es que sin saltarse todas las reglas de juego, manteniendo un mínimo ejercicio ético, es probable que hubiera ganado algún partido y, más probable aún, que hubiera perdido muchos. El asunto es que lleva más de ocho años (seis en el Gobierno y otros dos en la oposición) demostrando día a día que es un ser carente del más mínimo pudor, inasequible a la mentira, al ventajismo más indecente y a la supeditación de todo su hacer político a mantenerse en el poder. Con esos procederes, resulta obvia la dificultad extrema a la hora de alejarle del poder por vías democráticas. La falta de pudor exigible a cualquier ser humano y que envuelve per se a las personas normales es otro de los ingredientes a la hora de explicar su enorme capacidad para retorcer la verdad y, lo que es más grave, su intento para que millones de personas mediante la manipulación y la mentira afirmen ver lo que él no ve.
A lo largo de seis años y medio al frente del Gobierno, Sánchez ha pedido a gritos la pastilla ante el ejercicio de hacer comulgar al respetable con ruedas de molino. Desde la pandemica Covid a la actual tragedia levantina. ¿Se ha vuelto loco para insistir en negar toda responsabilidad ante el hecho más que cierto de que no actuó cuando tuvo que actuar de acuerdo con las leyes? Pues sigue erre que erre, además de presentarse como víctima de un grupo organizado de ultraderecha que jamás existió. Le da igual. Suelta lo que suelta y a otro tema.
El pasado lunes, en una de sus larguísimas alocuciones urbi et orbi donde sólo habla él, operaciones televisadas ad hoc más propias de un sátrapa que vive opíparamente a cuenta del contribuyente que de un gobernante democrático, no se le ocurrió otra cosa que pedir a unos y a otros que vuelvan a salir para aplaudir al Estado (es decir, a él, que es el Estado) y se quedó tan ancho. La respuesta ha sido la carcajada general y, como una semana después todo el mundo conoce, los ciudadanos le han tomado por el pito de un sereno. ¿Alguien le está contando lo que está pasando de verdad en España? ¿Qué tipo de asesores tiene? ¿Está en pleno uso de sus facultades? ¡Se puede describir el clamor a las 20 horas en los balcones de España! Nada, silencio, mientras el pitorreo ante su nueva ocurrencia sí es atronador.
Ya he escrito en este papel digital en ocasiones varias que el primero que le inyectó el virus malvado del poder frente a todo y a cualquier precio fue un tal Iván Redondo (¿recuerdan al personaje?), el gran maestro que tuvo al respecto. Luego ha ido mejorando en el arte del trilerismo.
Fue Sánchez el que, cuando ya flotaban en las cunetas valencianas más de 50 cadáveres, impuso a su Grupo Parlamentario y a sus socios que no se suspendiera el pleno del Congreso porque necesitaba el asalto a RTVE ya, cosa que se perpetró. Toda su andadura ha sido una completa mentira, desde el Comité de Expertos (Covid) a sus ataques a los jueces, la persecución a la prensa libre y, valga la redundancia, el uso abusivo del poder para satisfacer su ego y las ambiciones de sus familiares, amigos y traidores.
No le auguro buen final.
Temas:
- Pedro Sánchez
Lo último en Opinión
Últimas noticias
-
MotoGP en directo: carrera al sprint del GP de Barcelona en vivo gratis hoy
-
La jugarreta de Isabel Pantoja a su sobrina Anabel: «Tuvieron la excusa perfecta»
-
El jefe sanchista de la UME desmiente ahora a Robles: «Nos anticipamos a las órdenes oficiales»
-
Horario MotoGP: dónde ver el sprint del GP de Barcelona y a qué hora es la carrera hoy
-
La revista ‘People’ elige al hombre vivo más sexy del año: «Me quedé sin palabras»