Sánchez, al más puro estilo bolivariano

Sánchez, al más puro estilo bolivariano

El autobombo de Sánchez alcanzó el delirio: “Los españoles están mejor que hace un año”. El momento más peligroso en la vida de un zumbado es cuando cree que empieza a mejorar y carece de frenos inhibitorios. Ya no recuerda su dificultad para tomar decisiones ni su desinterés por los asuntos de Estado que requieren urgente solución. Que se dispare la deuda pública y el recibo de la luz, gas y gasolina, se la suda. Las insolaciones, mientras gozaba adquiriendo bronce en La Mareta, lo han vuelto majara y ahora gira, de forma concéntrica, sobre su egocentrismo. Descargar tensión le llevó a Canarias – pues mentir tanto, tensiona – y ha vuelto para seguir mintiendo y hacerse las fotos de pantomima que le dictan sus expertos en propaganda.

Este publicista de sí mismo evita la autocrítica, odia la transparencia y no admite su inutilidad. Reúne los síntomas mentales del maniaco. Se tira el pegote de ser el héroe que derrotó a la pandemia y desdeña opiniones de científicos solventes, como la viróloga Margarita del Val o el microbiólogo César Carballo, que ya anuncian la llegada de la sexta ola al inicio del otoño. Sánchez, el trilero ecuménico, es un compendio de contradicciones… Predica su autoridad y recluta a los socios más esquivos y peligrosos para sostenerla. Pretende aumentar su dignidad y la degrada a cada paso con indecencias inoportunas. Se halla profundamente instruido en las vaguedades del ocio y no tiene tiempo para descansar. Un maniaco depresivo ocupa el poder.

García-Andrade, sabio psiquiatra, escribió acerca de los que fingen: “Muchos simuladores son al menos personalidades anormales, o sea, que esta imitación consciente de una enfermedad mental con vistas a obtener una ganancia (alcanzar un cargo inmerecido, imponer una idea 100% injusta en la sociedad, perjudicar a un tercero de manera premeditada o eludir una sanción) no la hacen sólo los sanos. Fingen, simulan los psicópatas, los alcohólicos, los oligofrénicos y los neuróticos”. Como Sánchez no es dado a empinar el codo, hemos de incluirlo en cualquiera de los tres supuestos restantes, o en los tres, sin distinción. España debe avergonzarse de estar presidida por un social-comunista más dañino que un talibán.

Su última ofensa fue consentir a otro inepto como Bolaños, ministro de la Presidencia, dinamitar la división de poderes, largando al más puro estilo bolivariano: “Los jueces no pueden elegir a los jueces, ni nos van a dar lecciones de democracia”. Declaraciones que han sublevado a Arrimadas, Casado y Olona, por orden alfabético y por separado, que exigen la fulminante dimisión de dichos trastornados. No hay mejor medicina que convocar elecciones para librarse de los incapaces. Pregúntenselo a los jueces, que están que trinan, con razón.

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