Opinión

Sánchez e Iglesias, dos liberticidas furiosos

Sánchez lo es. Es el palmero de Iglesias que sabe cómo funciona el Soviet. Dos liberticidas furiosos. Y ambos se aprovechan de nuestro escasísimo aprecio a la libertad. Parece que la odiamos.  Por qué si no ¿en qué cabeza cabe que el 67 por ciento de nosotros, según afirma el tramposo Tezanos, deseemos fervientemente que el Gobierno controle los pasos que damos y la información que recibimos? Ambas tropelías ya las tiene preparadas y las está ejerciendo, el equipo de intoxicación, manipulación, trampas y falsedades del gurucillo Redondo, un tipo al que personalmente querré ver un día en los tribunales. Tezanos es sólo un peón albañil que coloca los ladrillos espurios que le dictan desde La Moncloa. Personalmente me niego a pasar la mano por el lomo a este porcentaje de ciudadanos que está encantado con que el poder político ordene lo que tenemos que leer, oír y ver. Este porcentaje tiene perfil ovejuno y es el mismo que dice: “¡Ahí, ahí, eso, eso”, cuando, anticipándose a las fechorías, el ministro de Justicia, Juan Carlos Delgado, nada menos que un juez con asterisco, proclamó sin decoro, desvergonzadamente, esto: “Hay que revisar los instrumentos para combatir la desinformación”.Tengo en mi biblioteca un par de libros, casi incunables, del que fue durante muchos años ministro de Información de Franco, Gabriel Arias Salgado. Escribía el gran censor: “La Patria necesita quien la defienda, el libre albedrío va contra la moral católica”. Díganme: ¿hay mucha diferencia entre el pensamiento de este ejecutivo del franquismo y la proclamación del titular ahora de Justicia? Pues sí, solo una: que Arias aherrojaba la libertad para asentar la Dictadura, y Delgado quiere controlarla para que Sánchez y sus conmilitones leninistas de Podemos se eternicen en el poder.

Menos mal que un poco tarde, pero lo han hecho, las asociaciones profesionales de la Prensa han reaccionado contra la barbarie inquisitorial y crematoria que prepara este Gobierno marxista. Falta que, de una vez por todas exijan que el jefe del Centro de Investigaciones Socialistas (antes Sociológicas hasta su perversión “modo Goebbels) sea enviado a las tinieblas exteriores. No hay derecho a que le estemos pagando el sueldo a este farsante, apoyado sin fisuras por el dúo liberticida Sánchez-Iglesias.  Los colegas de la izquierda rabiosa que han bramado contra las imputaciones de la diputada Olona en el Parlamento -palabras gruesas referidas a la línea informativa de una cadena de televisión- deben encontrarse, estoy seguro, ja,ja,ja, ideando también a estas horas una denuncia contra ese Centro de Investigaciones Sociológicas que induce a los españoles a apostar por el apaleamiento del disidente y que, a mayor abundamiento, propone una “información única” para que todos nos sometemos a su criterio. El cuarteto de la bencina ideológica: Sánchez, Iglesias, Redondo y Tezanos, rebosa tanta maldad política como conocimiento del terreno. Los liberticidas. Tienen con certeza muy estudiado por qué y cómo el Régimen del llamado Caudillo, impuso durante cuarenta años (o quizá unos pocos menos) el pensamiento único, el vituperio al contrario, la censura en suma. Respuesta clara: porque al español le gusta que le manden, aunque le mientan, que ese es otro cantar. Berlanga, presentó, me decía, una de sus películas más celebradas “La vaquilla” con esta frase: “Aquí el que más chifla, capador, y el que no chifla es porque resulta ser un mierda”.

No sé si a estas alturas de abril, confinados como estamos en nuestras reservas particulares, la Generalidad ha retirado ya un decreto que habían redactado Torra y su cohorte de sectarios igualmente liberticidas. Rezaba el decreto: “Sólo podrán informar de lo que ocurre en la calle los medios con contenidos de servicio público”. O sea, los suyos; los demás a transigir con “El Parte”, que era el telediario radiofónico de Franco. Que se sepa, ni un solo periódico de Cataluña ha clamado contra el engendro, ni siquiera el más veterano que ha titulado estos días así: “La propagación de bulos despierta en la opinión pública un deseo de mayor control”. Tezanos al habla.

¡Pobre opinión pública zarandeada por unos individuos sin escrúpulos! No me voy a dar a las citas, pero todos estos, los citados, abochornarían a gentes como Jefferson o Churchill que dejaron escritas las más bellas páginas en defensa de la libertad de información. Pero, un recuerdo: hace muchos años, en los sesenta del pasado siglo, el Tribunal Supremo de Estados Unidos resolvió de este modo una pugna sustanciosa sobre el derecho a defenderse de un criminal confeso: “Los derechos de los mejores de los hombres están seguros únicamente mientras sea protegidos por los derechos de los más viles”. La sentencia reforzó la Primera Enmienda de la Constitución aprobada nada menos que en 1791. Aquí, ahora mismo, este Gobierno que padecemos, marcha por otros caminos, tanto es así que ya se ha excitado la fiscal general del Estado, Dolores Delgado y ésta ha ordenado que se investiguen los bulos y no solamente en las redes más opacas, sino en los medios más conocidos. Están en desollar la libertad, en imitar ejemplos tan edificantes como los de Hungria o Bosnia. Los que se aprestan a ejecutar la libertad son los mismos que mienten a diario, como está demostrando este periódico, con los muertos que pueblan nuestras morgues. Que se apliquen el cuento. Los liberticidas furiosos se aprovechan de que los españoles, a la vista está, odiamos la libertad. A ellos nadie les impide manifestarse, engañar clamorosamente así, pero, desde luego, tendrán que responder de sus letales falacias. Que no lo dude nadie.