Opinión

Sánchez: «Hay gente que miente y gente que intentamos que la verdad sea nuestra forma de hacer política»

No es fácil sustraerse a determinadas cosas que el inquilino de La Moncloa afirma en sus comparecencias y actos públicos, ya que parece que quiere provocar la reacción de la gente haciendo afirmaciones que son flagrantemente desmentidas por sus actos. Gran parte de la opinión pública y publicada tiene asumido que Sánchez no se distingue precisamente por el cumplimiento de su palabra ni por respetar los compromisos que asume en cuestiones de relevancia política incuestionable. Unos ejemplos:

  1. En una entrevista televisiva en vísperas de las elecciones repetidas de noviembre de 2019, aseguró que «no» pactaría con Podemos porque «el 95% de los españoles no dormiría tranquilo». Apenas cerradas las urnas, sellaba el conocido «Pacto del abrazo» con Pablo Iglesias, que obtenía la vicepresidencia segunda del Gobierno y cinco carteras ministeriales.
  2. En un Pleno del Congreso, desde la tribuna se dirigió al grupo parlamentario de ERC asegurando que no pactaría con ellos porque la estabilidad del Gobierno de España no podía recaer en manos de partidos separatistas. Hoy no sólo gobierna gracias a ellos, sino que para conseguirlo indultó a los nueve dirigentes del procés que estaban juzgados y condenados por el Tribunal Supremo por sedición y malversación, entre otros delitos.
  3. Además, ha modificado el Código Penal eliminando el delito de sedición y rebajando el de malversación.
  4. Por cierto, se había comprometido también a modificar la ley para «impedir que políticos indultaran a otros políticos».
  5. En cuanto a Puigdemont, se comprometió en campaña electoral a «traerlo a España para ponerlo a disposición de la Justicia». Resulta por ello particularmente obscena su conducta de sumisión absoluta hacia él, convirtiéndolo en el amo y señor de su acceso y permanencia al frente del Gobierno, con el agravante de concesiones tan importantes como la negociación de su investidura en Bruselas, de la que públicamente se ha jactado el prófugo de Waterloo. Sin olvidar que en el Congreso de los Diputados el castellano ha dejado de ser la lengua española oficial del Estado -como establece la Constitución- promoviendo que tampoco lo sea tampoco en la Unión Europea, lo que es de especial gravedad al significar un importante espaldarazo para el separatismo, al conseguir su anhelada «internacionalización del conflicto» que tiene en la lengua catalana su fundamento esencial.
  6. Sobre la amnistía, es conocida su reiterada afirmación de que no procedía por ser anticonstitucional. Ahora Puigdemont la quiere «integral y a la carta» y así se la ha servido Sánchez.
  7. Bildu tuvo también su cuota de publicidad al respecto, al negar Sánchez que pudiera pactar con él, rechazándolo de manera categórica a un periodista al afirmar que «si lo deseaba, se lo podía repetir cinco veces: Con Bildu no hay nada que hablar».

Sin perjuicio de poder continuar, estas siete pruebas son una muestra de suficiente entidad como para acreditar la adecuación de sus actos a la palabra dada. La verdad es incompatible con el sanchismo, y para ello su legión de asesores le preparó una presunta salida a sus reiteradas mentiras, utilizando al mismo Aristóteles en su intento de justificar que «la verdad es la realidad y que, en la medida en que la realidad es cambiante, hay que acomodarse a ella». Más sencillamente, que la verdad no existe, y por tanto la mentira tampoco. Simplemente son meros «cambios de opinión» a remolque de la actualidad.

Con estos antecedentes no exhaustivos pero suficientes para conocer quién es el personaje Sánchez Pérez-Castejón, ya estamos en condiciones de escuchar su declaración de esta semana en Bruselas tras el Consejo Europeo: «En la vida nacional hay una polarización asimétrica. Hay gente que insulta y gente que somos insultados… Hay gente que miente y gente que tratamos de hacer de la verdad nuestra forma de hacer política. Por ello no puede haber equidistancia en los medios de comunicación entre la verdad y la mentira». Y no era el 28 de diciembre ni estaba imitando a Gila. Increíble, pero cierto: Sánchez en estado puro.