El Rey muy en peligro

El Rey muy en peligro
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  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Lo estamos advirtiendo pocos, no muchos, pero lo estamos advirtiendo. Peligra el Rey, o sea, peligra la Corona, la Monarquía, peligra la Constitución, y, o sea, peligra España. Lo escribo castizamente de buena tinta; de tinta azul porque en La Zarzuela, la residencia administrativa de nuestro jefe de Estado, apenas -me dicen- se esconde ya la preocupación por la creciente deriva que están cumpliendo los ataques no ya al titular Felipe VI, sino a la propia institución. Lo que más puede desasosegar es que no hay quien les defienda: ni al Rey, como representante histórico de La Dinastía, ni a la propia Corona que ocupa nada menos que ocho artículos de Nuestra Norma Suprema, del 57 al 65. El Gobierno de Su Majestad le protege de vez en cuando con la boca pequeña, pero permanentemente se da el morro con los barreneros que dinamitan la Casa y que le sostienen en el poder. Son los soviéticos que añoran el leninismo asesino, los rebeldes que pretenden hacer añicos la Nación más antigua de Europa, y los filoetarras que portan orgullosamente en la mochila más de novecientos crímenes. A estos, como el domingo en Alsasua, el PSOE les soba el lomo. Una abyección. Estos son los socios de un tal Sánchez que dice perpetrarse tras el prestigio de la Corona, mientras negocia, de cárcel en cárcel, con toda esta patulea de arrebatacapas.

El Rey peligra y él lo sabe. Esto, en realidad, es lo más positivo que podemos decir, porque los que mantienen alguna relación con Don Felipe, que no son muchos, pero sí importantes, sugieren con sigilo que es perfectamente consciente de con quién se juega los cuartos y lo que se le viene encima con este personal políticamente barriobajero. Estos mindundis iletrados pero sumamente peligrosos, se mofan cuando se insulta al Rey, se le reprueba con sus votos en ayuntamientos y en el Parlamento sedicioso de Cataluña, y engordan allí donde pueden- fundamentalmente en las televisiones- la esperanza de una III República que se presenta, sin el menor rigor, como una reedición de aquel desastre monumental de los años treinta del pasado siglo.

Pero no hay que engañarse con esta malvada operación. Pasa desapercibida porque en este país trascienden más los goles de Messi o los gambeteos de Vinicius que la caída de toda una democracia. El destronamiento del Rey es sólo un episodio, la meta es la instalación de un régimen arbitrista a lo Maduro en el que lo único que reine es la persecución de las ideas, la crueldad de los gobernantes y la dictadura de los corruptos. Tras el Rey irá la Constitución. Ahora se aprovecha cualquier incidente de medio pelo (el último la primera aparición pública de la heredera Doña Leonor) para horadar el inmenso bagaje de la Monarquía. El Gobierno y muy claramente su impresentable presidente son cómplices de esta operación o por lo menos son los monaguillos de sus protagonistas. Debo repetir: según palabras autorizadas lo mejor que se puede añadir es que el Rey es consciente de lo que se le está preparando. Me dicen: “A Don Felipe se le está poniendo tan bajo, tan bajo que un día no se le va a ver”. Los estúpidos españoles de Messi y Vinicius, ¿nos estamos dando cuenta de ello? Nada optimista soy al respecto.

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