¿En qué quedamos: PSOE indepe o constitucional?
Pedro Sánchez no acepta que es imposible soplar y sorber la sopa al mismo tiempo, especialmente en política. Tampoco concibe que resulta incompatible tratar de ser un hombre de Estado en Madrid y hacerle el juego a los golpistas en Cataluña. Esos bandazos ideológicos menguan su estatura como político, disparan las dudas sobre sus posibilidades de futuro al frente del Partido Socialista y dan sobradas razones a sus críticos. ¿Qué PSOE pueden esperar los españoles con su líder actual? ¿El del señor Hyde independentista o el del doctor Jekyll constitucional? A finales del mes de mayo, el secretario general del PSOE se unía a Mariano Rajoy en contra del referéndum ilegal. Un gesto de estadista que, tras arrasar en las Primarias con más del 50% de los votos, propició una nueva esperanza tanto para la trayectoria política del propio Pedro Sánchez como para el porvenir de la formación del puño y la rosa. No obstante, lo que surgió como una ilusión se ha quedado en mero espejismo en menos de un mes.
El secretario general del PSOE ha dicho este martes una frase tan contradictoria como inquietante al respecto del comportamiento de los alcaldes del PSC —algunos de ellos amotinados contra España y la Constitución— durante la hipotética celebración de un referéndum ilegal: «Serán sancionados si participan como alcaldes, no como ciudadanos particulares». Quizá el madrileño piense que la condición de representante público es un estado que puede activarse o desactivarse por unas horas y dependiendo del momento del día. De otra manera no se entiende el razonamiento. Ante semejante dislate, ha tenido que salir José Luis Ábalos para poner un poco de cordura constitucional: «No hay ningún alcalde que pueda hacer algo a título personal». El secretario de Organización del PSOE ha insistido: «No comparto que ningún cargo político pueda hacer alguna acción pública reducida al ámbito personal». Una actitud que resume la esencia del PSOE tradicional: socialdemócrata, constitucionalista pero, sobre todo, congruente.
Pedro Sánchez debe pensar con calma cuál es la estrategia que quiere para su partido. Ahondar en la situación actual sólo produce confusión y anarquía en el mismo. Sus palabras y las tribulaciones en el rumbo político son un tiro en el pie para la nueva etapa de la formación. Sobre todo ahora que la deriva independentista comienza a hacer aguas. El hecho de que la Generalitat declare desierto el concurso para comprar las urnas denota que algo pasa entre las bambalinas de los golpistas. Las desavenencias son tan evidentes que la CUP no ha dudado en atacar a Puigdemont tras el fiasco organizativo: «Basta de pusilánimes que buscan subterfugios». Y es que una cosa es amenazar al Estado con fuegos fatuos y otra muy distinta concretar acciones definitivas. El miedo a la ley vuelve cuerda hasta la iniciativa más disparatada. De ahí que el PSOE deba reforzar sus pasos por la senda de la unidad de España, el respeto a la Carta Magna y la rigurosidad con aquellos militantes que osen desafiarla. De otra manera, la formación que más tiempo ha gobernado España no volvería a La Moncloa y, además, diluiría su imponente historia hasta acabar convertido en un vulgar pseudoPodemos.
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