Opinión

Putrefacta, corrupta y mugrienta Liga

Hoy hablaré de fútbol, que en España es como hablar de política. Ambos elementos, pan y circo, representan siempre en paralelo el pulso saludable de una sociedad, también cuando alcanzan su decadencia moral. Y si además les une el cordón umbilical de la corrupción, el debate de taberna está servido. No mezclen fútbol con política, dirán los puristas. Lo mezclamos porque son lo mismo. Les une idéntica pulsión trincona y corruptora, sin importar la cochiquera en la que disfrute la piara.

El deporte, en concreto el fútbol, no deja de ser una extensión particular de la vida. Ya saben, la cosa más importante de las cosas menos importantes. Millones de personas calibran su estado emocional de la semana en función de la victoria o derrota de su equipo del alma, y canalizan sus sentimientos según el grado de apego a unos colores heredados de abuelos a padres y de estos a hijos. Y como en la vida, también el fútbol no escapa de la putrefacción que desordena la moral y costumbres, manchando el espíritu ético que debería enmarcarlo, y confirma la realidad degenerativa que sufre la nación.

El producto La Liga que hace una década era el más valioso y competitivo del mundo, ha pasado a ser un cortijo privado de intereses mangoneado por su propietario, Javier Tebas. Su inteligencia no debe ser subestimada, pues en poco más de una década se ha hecho con las riendas del principal negocio que mueve el país. Caro negocio, eso sí, para quien paga en su casa el producto. Como buen abogado, sabe que una competición disminuida y devaluada, con los clubes en ruinas y dependientes del control financiero y las deudas generadas por acuerdos extraños, cuyo destino el propio Tebas conoce, le atornillan al poder hasta que él quiera. Representa, como trasunto de Sánchez, del que aprende y al que retroalimenta, una forma de gobernar caciquil y soberbia, basada en la mentira y el miedo. Cuando llegó a la presidencia del máximo organismo del fútbol, el tinglado que ahora dirige era conocida como la «Liga de las estrellas». Tras la salida de Messi y Cristiano, banderas de ese estatus, ha pasado a ser la Liga de los tiesos. Y con la Federación enlazando escándalos y el colectivo arbitral representando una putrefacta ciénaga de intereses corruptos heredados, la cosa no tiene visos de mejorar. Como en política, dicen haber cambiado todo, pero, en realidad, todo sigue igual.

Los propietarios de la mayoría de equipos de Primera y Segunda, esclavos de un manijero, silencian la corrupción imperante, temerosos de que el dueño del establo se vaya de la lengua y airee dónde ha ido el dinero que CVC -las cadenas que todo lo atan- ha entregado para, supuestamente, aliviar las arcas de sus clubes. Sólo un club avisó de lo que venía, aconsejando al resto de equipos que no se dejaran comprar por una hipoteca que supondría su perdición económica y de libertad competitiva. Pero prefirieron antimadridismo a razón. El Madrid, junto al Athletic son los únicos clubes que llevan denunciando esta impostura años, explicando a quien quiera escuchar, sin ceguera ni chequera, lo que el VAR ha traído a la Liga, gobernada por un arbitraje que bebe de los informes pagados por quién lleva décadas adulterando la competición: comprar al jefe de los árbitros para tener el obsceno saldo arbitral favorable que todos sabemos, les ha salido gratis. Entre medias, el Gobierno o sea el Estado, el poder de Madrid que tanto les molesta a estos rufianes de la pelota, les hizo una ley ad hoc para que prescribiera el presunto delito, mientras los directivos de dicho club pasaban a ser secretarios de Estado para el Deporte o tertulianos en medios deportivos. Y ahí, siguen, denunciando a quien denuncia el hedor y el delito. Porque entre antimadridismo y justicia, el enanismo moral siempre prefiere el odio que le retrata.

Y mientras la putrefacta, corrupta y mugrienta Liga de Tebas, de Negreira y los pagainformes sigue adelante, cierto periodismo deportivo, tan putrefacto, corrupto y mugriento como la Liga, protege, con su silencio, sorna y acoso a un jugador, toda esa mierda inmunda que nos hace descreer de la limpieza competitiva. Es imposible creer en ella cuando uno compite con otras reglas, normas y jueces. Uno de los pilares del Calciopoli, la trama corrupta que salpicó al fútbol italiano hace dos décadas, lo constituía una red de periodistas y analistas deportivos encargados de defender a los árbitros en los análisis televisivos y de crear en los diarios y en otros medios una atmósfera favorable para la Juventus y en contra de sus rivales. Aquello acabó con la Juventus en Serie B, y con periodistas condenados por su complicidad e implicación en el asunto. ¿Les suena? Aquí tenemos a medios y periodistas que acosan cada día a Vinicius, pero silencian lo de Negreira, «cansados de hablar siempre de lo mismo» (sic), pero que no tienen reparos en poner en el foco del debate y la tertulia la creación permanente de un ambiente contrario al jugador, al que persiguen con inquina y devoción por la calumnia. Recuerda a cuando acusaron a Cristiano de encender las gradas con sus gestos: los mismos que entonces hablaban de personalidad y carácter, definen ahora le lógica reacción de Vinicius como intolerable provocación.

Y al igual que pasa con el Comité Técnico de Árbitros, el VAR, la Federación y esta Liga fraudulenta de Tebas y Negreira, sólo el Real Madrid puede acabar con eso. ¿Cómo? En primer lugar, retirando las acreditaciones a aquellos periodistas y medios que sigan en su cruzada hedionda contra Vinicius, impidiendo a quienes colaboran en esa corrupción vigente que informen dentro del estadio, más allá de lo que la norma exige. En segundo lugar, denunciando ante UEFA y FIFA la imposibilidad de competir en igualdad de condiciones y plantear ante estos organismos, previo referéndum entre socios y abonados, la pertinencia de retirar al equipo de la competición si no se producen los cambios exigibles. Cuando el producto que permite al resto de participantes ingresar lo que ingresan (sin el Madrid en la Liga, los ingresos de cada club descenderían más del 50%) es maltratado y castigado de esa forma, sólo hay una forma de atajarlo.

Pero cuando la estrategia comunicativa del club, en manos erróneas y extrañas, dependen de los vídeos que te haga tu propio canal, que nadie ve, y de lo que Butragueño, un portavoz que no seduce a ninguno, excuse con sonrisa de yerno ideal, no extraña que pierdas el control de la verdad real en detrimento del relato oficial. El club más grande del mundo y de la historia, el que más ingresa y factura, cuya marca es la más valorada a nivel deportivo, el que tiene más aficionados por todo el planeta, posee, sin embargo, la comunicación más pésima y prehistórica que yo haya conocido, impropia de una organización así. Cada vez escucho a más madridistas reflexionar si es que no se quiere acabar con la corrupción porque no interesa ver al Barcelona en Segunda, ni limpiar el arbitraje, por lo que pudiera pasar. Y no sólo en el fútbol. Asco de política.