Puigdemont se fuga en las narices de Sánchez
El sainete que los españoles han tenido que aguantar viendo a Carles Puigdemont desaparecer como por arte de magia este jueves, a plena luz del día a las puertas del Parlament tras darse un baño de masas ante los suyos, es una infamia cuyo único y máximo responsable se llama Pedro Sánchez.
Si la «vuelta a la normalidad» que prometía el presidente del Gobierno para Cataluña es la de un Estado fallido, en la que lo normal es asistir al surrealista mitin de un fugitivo de la justicia ante la más pasmosa pasividad policial, los españoles tienen todo el derecho a preguntarse si todo esto no ha sido más que una performance pactada para que Sánchez siga abanicándose en La Moncloa. En política, ser engañado no es excusa, sino agravante. Y los españoles merecen un Gobierno que no les mienta, como dijo un insigne socialista como Rubalcaba tras el 11-M.
A estas horas, Puigdemont sigue en paradero desconocido mientras los mossos consuman el ridículo buscándolo hasta en los maleteros de los coches. El enésimo bulo de Sánchez -«traeré a Puigdemont de vuelta para que rinda cuentas ante la Justicia»- ya forma parte del decálogo de mentiras de un insensato sin escrúpulos (lo dijo El País, no nosotros), capaz de todo con seguir en La Moncloa.
Porque en este circo de varias pistas que ha sido la tocata y fuga de Puigdemont, Sánchez ha ejercido de maestro de ceremonias mientras el mago de Waterloo se esfumaba en sus narices. Ambos ganan: Puigdemont elude una vez más la cárcel y Sánchez duerme a pierna suelta con Illa investido como president de la Generalitat. Los que pierden, como siempre, son los españoles, que sólo pueden sentir rabia y vergüenza ante semejante farsa.