Opinión

El PSC, el ‘Moviment Nacional’

Por mucho que Salvador Illa y Pedro Sánchez presuman de que «han acabado con el procés», su acción política les desmiente, porque el PSC ya forma parte del bloque separatista. Así, se confirma que los resultados de las elecciones autonómicas de mayo dejaron claro que Cataluña sigue dividida en dos bloques que no se comunican, uno mayoritario –debido a la traición de los dirigentes del PSC y los Comunes, que retienen una buena cuota de voto no secesionista– y otro minoritario, pero al alza, el constitucionalista representado por el Partido Popular y VOX.

A los constitucionalistas, además de alegrarnos por el ensanchamiento del espacio de PP y VOX, nos queda el consuelo de ver cómo los Comunes de Ada Colau se van descomponiendo. La ex alcaldesa de Barcelona ya se larga al extranjero para dar conferencias, mientras su gran protegida, Yolanda Díaz, se ha convertido en una caricatura de sí misma. Salvador Illa se merendará a los Comunes de la misma manera que Pedro Sánchez está fagocitando a Sumar. Ya pueden poner a Urtasun, Errejón o a la momia de Lenin, que acabarán siendo el ala izquierda del PSOE, poniendo el cazo a cambio de ejercer de Pepito Grillo de Ferraz. No es que nos divierta que el PSC engorde, pero no deja de ser un consuelo que sea a costa de los neo-cuperos de Colau.

Recordemos que tampoco hace tanto tiempo los Comunes triunfaban. Con Xavier Domènech de candidato, ganaron dos elecciones generales en Cataluña (2016 y 2016), y Ada Colau reinó en Barcelona durante ocho años. Era cuando parecían que eran un partido preocupado por las cuestiones sociales. Pero jugaron a una falsa equidistancia consistente en aplaudir todas las acciones separatistas y apartarse y denostar a la mitad de la población catalana, que es no nacionalista, lo que les ha llevado a la marginalidad política. Su electorado quería más vivienda y menos esteladas, y ellos les dieron procés por un tubo.

El PSC es un partido que sabe a lo que juega, y ha sabido convertirse en el voto útil del separatismo. Supo leer que, tras una fallida declaración unilateral de la independencia, de años de martirología separatista a cuenta de las condenas a los líderes del procés, de calentar a la población en la animadversión a España por las cargas policiales del 1 de octubre, mientras la República Catalana prometida nunca llegaba, había llegado el momento del secesionismo a cámara lenta: la vuelta del nacionalismo pujolista. Por eso Salvador Illa reivindica a Jordi Pujol, lo elogia y se reúne con él. Por eso ha llenado su Govern de ex convergentes. El PSC es la CiU del 2024. A los restos de Unió ya los compró hace unos años, ahora va incorporando, poco a poco a los neoconvergentes rebotados. Tras Miquel Sàmper y David Bonvehí vendrán más. Santi Vila ya hace cola, y si Puigdemont se carga a Laura Borràs no les extrañe verla de Síndic de Greuges a propuesta de Illa. Todo sea por convertirse en el nuevo Moviment Nacional.

Con los Comunes en caída libre, los de ERC degollándose entre ellos y con Junts con un presidente en el falso exilio (en realidad prófugo de una justicia democrática), el PSC tiene el campo libre para seguir siendo la formación hegemónica del separatismo. Lo que nos queda a los catalanes libres de nacionalismo es trabajar para denunciar las mentiras de Salvador Illa y apoyar a los partidos constitucionalistas (PP y VOX). La Cataluña sentimental está mayoritariamente con el resto de españoles, y sólo la traición de la izquierda catalana, que engaña una y otra vez a su electorado, impide acabar con el golpe de Estado permanente del independentismo.