De los polvos de ZP a los lodos de Pedro Sánchez
Aún hoy habrá quien diga que «no se podía saber» que los herederos y representantes de ETA harían alarde de lo que son y llevarían en sus candidaturas a condenados por actos terroristas, algunos de ellos con las manos manchadas de sangre.
Aún hoy hay quien dice que «mejor es que estén en las instituciones a pegando tiros», como si el destino de los criminales no arrepentidos y que presumen de sus crímenes fuera ocupar plaza en las instituciones democráticas.
Aún hoy escuchamos proclamas de dirigentes del Partido Socialista Obrero Español afirmando que «no nos gusta» que Bildu lleve criminales en sus candidaturas y que eso es una «humillación para las víctimas» mientras que todos ellos siguen siendo miembros del partido socialista, portavoces, candidatos, dirigentes o ministros.
Escucho voces de bienpensantes, gente de orden, nada sospechosos de ser proclives a esos pactos entre terroristas y socialistas, anunciando la «buena nueva»: se puede ilegalizar a un partido político que se comporte de la manera en que lo hace Bildu. No puedo por menos que contestar que siempre se ha podido hacer; que esa potestad está en la Ley de Partidos (aún vigente); que está en la LOREG; que está en la Ley para la garantía de la democracia en los Ayuntamientos y la seguridad de los concejales, aprobada en el año 2003; que está en las resoluciones del Tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo apropósito de la ilegalización de Batasuna y todas sus marcas; que está, incluso, en la sentencia del Tribunal Constitucional de mayo de 2011 por la que se daba vía libre a las candidaturas de Bildu mientras se apuntaba que en caso de que ese partido llevara terroristas en las listas podría activarse la LOREG para ilegalizarlo.
O sea, si no se ha hecho hasta hoy, es porque no se ha querido hacer. Porque no se ha atrevido nadie a llamar a las cosas por su nombre, porque nadie se ha atrevido a romper el falso consenso alrededor de la idea de que «mejor es que estén en las instituciones a que maten». Hubo un tiempo, no tan lejano, en el que todos los demócratas estábamos juramentados para no hacer ni una sola cesión política a ETA, ni cuando nos mataba ni para que dejara de matarnos. Ese consenso democrático básico se rompió cuando Zapatero reconoció a ETA como interlocutor político y, como ha explicado hace unos días (después de haberlo negado tajantemente cuando le denunciábamos por ello), les ofreció entrar en las instituciones, suplantando la separación de poderes y arrogándose un papel impropio de un dirigente democrático.
Y vaya que sí lo hizo. Porque cuando el Tribunal Supremo declaró nulas las candidaturas de Bildu para las elecciones locales de 2011 por estar contaminadas con miembros de ETA, Zapatero advirtió que eso lo arreglaba el Constitucional. Y así fue; y en la noche del 5 de mayo de 2011, cuando se iniciaba la campaña electoral, el Tribunal Constitucional, por cinco votos a cuatro, revocó la sentencia del Supremo, extralimitándose en sus funciones. Y los terroristas camuflados en listas aparentemente democráticas entraron en las instituciones. Y desde ese día hasta hoy para ellos todo ha sido coser y cantar.
De aquellos polvos llegan estos lodos; de aquella infamia esta indignidad. De aquella traición esta degradación ética, política y moral de la que es responsable el Partido Socialista Obrero Español. No es el sanchismo, es el socialismo español. No es una parte el PSOE; es todo él. No nos dejemos engañar; las voces críticas de los candidatos, las voces apesadumbradas de alguna ministra como la de Defensa son pura hipocresía, pura coartada para que los ciudadanos piensen que hay otro PSOE, que votar a Lambán o a Page o a cualquiera de los candidatos que bajo la sigla del PSOE se presentan a estas elecciones en cualquier rincón de España no es lo mismo que votar a Pedro Sánchez. Sí, hombre, sí; es lo mismo. Todos ellos funcionan como una sola oveja a las órdenes de Pedro Sánchez; todos ellos siguen en el PSOE; todos ellos muestran unas tragaderas propias del mejor de los faquires de la historia. Todos ellos son tan culpables como Sánchez de que esa gentuza muestre con soberbia a sus asesinos.
Todos los miembros del PSOE son tan culpables como Sánchez de que hoy en España tengamos que sufrir la vergüenza y la humillación de tener un Gobierno que tiene como cómplices a los enemigos mortales de la democracia. Todos los afiliados del PSOE, todos, son culpables de que ese partido de cobijo a Pedro Sánchez para que él se mantenga en la Moncloa y para que ellos, cuando les da mucha vergüenza o quieren quedar bien con alguien que les increpa, se refugien en eso de que «por lo menos no gobierna la derecha…».
La cuestión en estas elecciones es ver hasta qué punto esa enfermedad de sectarismo incurable que le llevó al PSOE a odiar más a la derecha que a los terroristas se ha extendido cual pandemia entre el núcleo de ciudadanos que históricamente votan PSOE. Vamos a ver si las tragaderas de los votantes socialistas son del mismo tamaño que las de los afiliados. Si pueden dormir tranquilos votando a un partido político cómplice de la mayor de las aberraciones, un partido que presume de sus asesinos y que los lleva en las candidaturas con su alias para que a todo el mundo le quede claro que están votando a quien asesinó a un inocente.
No hay coartada. Quien vote PSOE es tan culpable de esta infamia y de esta burla a las víctimas y a toda la democracia como lo es Pedro Sánchez y todo su partido. ¿Por qué va a cambiar Sánchez de cómplices, por qué va a romper con los defensores del crimen y del terror, si millones de españoles le siguen votando «para que no gobierne la derecha»? Y, ¿por qué va a cambiar de actitud Bildu si Sánchez lo sigue blanqueando, le entrega la ley de memoria «democrática» y le considera «socio preferente» para aprobar sus leyes?
Hasta el relato justo les ha negado el PSOE a las víctimas del terrorismo. ¿Se lo negarán también los votantes? No habrá días en el calendario para perdonar tanta indignidad, tamaña traición.
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