Pirómanos del lenguaje
Sucede con el socialismo algo deprimente: todos lo practican. Ese fue el gran éxito de Gramsci, convertir a los partidos a izquierda y derecha en fieles servidores del Estado, del socialismo y de las ideas buenistas. Todos quieren llegar al poder para que desde el Estado se haga y deshaga, sin cuestionar precisamente la autoridad de quienes deberían ejercer sólo como llave que facilite el bienestar ciudadano y no de puerta que impida el normal funcionamiento de las ideas y las personas. Una política económica próspera es aquella en la que los agentes económicos y quienes se encargan de crear empleo operan sin más restricciones que las normas que se establecen como marco de competencia y convivencia, esto es, libertad de empresa, respeto a la propiedad privada, no imposición de monopolios, duopolios y oligopolios corporativos, cumplimiento de las leyes vigentes, etc.
Pero acontece lo contrario. En general, cuestionar al Estado y a quienes desde la élite política usurpan sus funciones, supone para muchos la pérdida de cualquier oportunidad de lucro, privilegio de complicado sacrificio para el que medra en el altar público del trinque. De ahí que sacralicen todo lo que se hace con intenciones paternalistas o proteccionistas. El confort y la seguridad molesta menos que la incomodad de la libertad responsable. Ello explica el fácil advenimiento en muchos países de autocracias por vía de elección plebiscitaria: somos esclavos de la comodidad, y los políticos gramscianos, socialistas de todos los partidos, lo saben.
En España, la izquierda siempre ha tenido presente este aspecto. Y El PSOE ha sido su principal notario a la hora de levantar acta de defunción democrática. Porque el PSOE es un partido guerracivilista. Lo lleva en la sangre, la misma que provoca y derrama cuando gobierna, o impidiendo a otros gobernar. Su impronta totalitaria no ha sufrido excusas ni excepciones en la historia, aunque ahora se quiera edulcorar el pasado de algunos de sus más insignes referentes como el que borra de la pizarra de aquellas clases de la infancia lo que la tiza dejó marcado para siempre. El ejemplo más pertinente de lo que digo es cómo aplicamos ahora aplicamos el “otros vendrán, que bueno te harán” en referencia al Felipe González de hoy, cuando las nuevas generaciones, maleducadas en historia de España, no vivieron el felipismo corrupto de ayer.
Pero también se ejerce socialismo a la carta desde administraciones que no deberían dejarse arrastrar por el buenismo falsario y progre, al que deberían disputar el espacio público y retórico sin ceder un milímetro. En el tema de los incendios provocados por el desorden moral de algunos y no por el cambio climático que ecolojetas en subvención y miembros del club drinkpeace nos quieren hacer creer, el socialismo cainita, y su deriva autocrática sanchista, han decidido que la nación arda como salida última a su caduca legitimidad política. Quieren llevar al extremo al país para que explote en lo social, y justificar así la intervención política y policial. De primero de fascismo/comunismo, o sea, de socialismo.
Están quemando España los mismos que harán negocio con sus cenizas. Ya pasó en su idílica, vulgo nefasta, segunda República. Mientras, el tipo de a pie, el que paga como buen esclavo impuestos por tener cada vez peores servicios públicos, el que asume que el Estado no está ni se le espera, y escucha a los vividores seguir hablando de la excusa sanitaria y educativa para justificar su tren de vida, empieza a cansarse de políticos incompetentes que tienen demasiadas competencias, ladrones que se gastan lo que nos roban en propaganda para idiotas del pesebre. Los mismos pirómanos del lenguaje que toman por tontos a los que les votan, quienes dan por bueno que los incendios son provocados por la capa de ozono, la ultraderecha urbanita y la casualidad natural, cuando la realidad dibuja placas fotovoltaicas, coches eléctricos y esquizofrenia humana. La política de tierra quemada siempre fue el reducto al que se agarra el socialismo cuando pierde el control social. Agárrense los machos, que la penúltima vez que hicieron esto, lo que ardieron fueron las iglesias y casas de la media España que dijo no al sóviet del PSOE.
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