Opinión

Patético Sánchez con horizonte abrasado

Durante seis largos años, el sujeto que hasta ganar una moción de censura a Rajoy no había pegado un palo al agua, desde el primer día que durmió en Moncloa creyó que la nación le había tocado en una herencia del suegro (el de las saunas) y así se ha conducido sin el mínimo respeto a las normas democráticas ni a estándar alguno ya prefijado en España desde 1977.

Se ha conducido durante el sextenato como un dirigente autoritario, desquiciado por momentos, ebrio de gloria fatua y poder desbordado sin encomendarse a nadie, en la seguridad de que amontonando mentira tras mentira, el alzheimer político que sufre el pueblo español le permitiría estar en el imperio de los mil años. Ha estirado tanto la cuerda que ha tenido que pasar más de un lustro para que ya todo el mundo (es decir, el mundo entero, aquí y acullá) sepa cómo se las gasta el fantasma de Tetuán (Madrid).

Ha mentido a todos; engañado al que se ha dejado… Si cuando intentó burlar una votación en el Comité Federal, es decir, dar esquinazo a todos los dirigentes del PSOE, le hubieran mandado a seguir conduciendo por las carreteras de España, ni él ni ningún contribuyente estaríamos ahora en la situación en la que ha colocado al país… El averno.

Se inventó cuando la pandemia un Comité de Expertos (jugando con la salud y la vida de miles de ciudadanos) y se le perdonó. Ha subido la deuda pública en más de quinientos mil millones de euros; el déficit está disparado… Las relaciones históricas de España con el resto del mundo, incluso con países hermanos, estallaron por mor de su soberbia. Ha retorcido y aniquilado los consensos básicos establecidos durante la Transición, ha enfrentado a los territorios, colonizado las instituciones para que sean fungibles a su servicio, pactado con quien juró por sus muertos que jamás lo haría, hasta utilizar el poder político para enriquecer a su familia…, y seguir mintiendo. Era un presunto corrupto y no lo sabíamos.

Voy a confesar al lector una cosa. Cuando yo conocí a Pedro Sánchez de la mano del gran y malogrado Rafael Martínez Simancas (almorzábamos regularmente los tres al menos una vez al mes, jamás pagaba) y tuve una magnífica relación hasta un a hora después de convertirse en jefe de Gobierno. A partir de ahí, el que se decía liberal resultó ser un despiadado autoritario. El que presumía de decencia se distinguió por ser un avaro; el que alardeaba de decente ha resultado ser el peor presidente de Gobierno desde hace muchas décadas.

Y dentro de esa confesión, otra que me hicieron el pasado sábado durante la recepción real en el Palacio de Oriente: «Fue conocer a Iván Redondo, el que no cree en la reputación, y convertirse en el personaje que todos conocemos hoy. Fue el melifluo vasco el que le inoculó el veneno del poder a cualquier precio, que un escándalo tapa a otros, etc, etc, etc.». Y mi confidente llevaba razón. Redondo le enseñó a ser «malo», «malísimo». Ambos están hoy forrados… Iván incluso gracias a Luis Bárcenas…