Opinión

Pan para hoy y hambre para mañana

El presidente Sánchez lleva ya más de siete años como presidente del Gobierno. Sin duda, su política económica, aparte de por subir impuestos, está marcada por el gasto público, el déficit y el terrible endeudamiento en el que todo ello desemboca.

Si el gasto es creciente, como vimos en el último techo de gasto no financiero, el de 2025, aunque sin aplicación al no haber PGE en vigor, sino prorrogados los de 2023, la deuda es exponencial. Así, el techo de gasto, sigue por la senda del gasto tremendamente expansivo, con un incremento del gasto no financiero -sin fondos europeos- de un 3,2%, que equivalen a 6.138 millones de euros más, para dejarlo, sin fondos europeos, en 195.353 millones. Aun sin contar los fondos europeos, el gasto no financiero habrá crecido en 75.519 millones desde que Sánchez llegó al Gobierno. Con los fondos europeos es un incremento del gasto no financiero desde 2018 de 79.337 millones de euros. Si se suman los fondos europeos, el techo de gasto no financiero se eleva hasta 199.171 millones, es decir, 51 millones de euros sobre el actual que incluye fondos europeos.

En cuanto a la deuda, pese a que algunos meses pueda descender debido a un mero efecto de decalaje entre amortizaciones y refinanciaciones, no por un descenso real de deuda, su senda sigue siendo ascendente, pues el déficit público continúa incrementándose. Así, Sánchez sigue incrementando la deuda igual que lo ha hecho durante todo su mandato, ascendiendo camino de los 1,7 billones de euros. Este grave problema puede poner en peligro a la economía española, tanto por su capacidad para financiarla si el BCE deja de comprar deuda, como por la repercusión de sus intereses en el presupuesto, que mermará recursos para servicios esenciales y que, a su vez, incrementará el gasto.

El Gobierno se equivoca: los ciudadanos necesitan que el Gobierno les aligere de cargas, como, por ejemplo, la deflactación del IRPF, y la bajada de impuestos, no que los endeuden más, y la economía necesita de una serie de reformas estructurales para crecer de manera sana y sostenible. Adicionalmente, el incremento de gasto no se ha canalizado hacia la inversión, con todos los servicios paralizados por falta de la misma, sino hacia gasto improductivo, que sólo alimenta el déficit y la deuda y empeora los fundamentales de la economía española, haciéndola más frágil, con un gasto completamente estéril, que no permite sentar las bases para un mejor desarrollo de la economía, sino que expulsa a la inversión productiva privada.

Es imprescindible, por tanto, reducir el gasto ineficiente, porque es el origen del problema y vuelve insostenible el mantenimiento de la estructura económica con semejante endeudamiento, al tiempo que libere espacio para la inversión. El gasto es preocupante, pero nadie parece incidir suficientemente en la necesidad de reducirlo, al ser impopular, pero no podemos permitirnos este nivel de gasto. Si no se reduce, entonces los recortes, cuando estalle el problema, tendrán que ser mucho más fuertes que si se ajustase a tiempo. El Gobierno, sin embargo, opta por una política del corto plazo, con más gasto, que mantenga artificialmente en pie a la economía, dañándola seriamente en su estructura. Es una política económica nociva, de pan para hoy y hambre para mañana. Ésa es la realidad.