Opinión

Pablo Iglesias es viejuna política

Pablo Iglesias ha sacado al verdadero político que lleva dentro tras el cese fulminante del secretario general de Organización, Sergio Pascual. El que fuera número 3 de Podemos osó echar un pulso al hombre fuerte de Iglesias en Madrid, Luis Alegre, y lo ha pagado con su salida de la primera línea del partido. Una maniobra con la que Iglesias intenta poner en su puesto a Rafa Mayoral, amigo íntimo desde que compartieran militancia en las juventudes comunistas. Mayoral es, además, la persona que le presentó a Irene Montero, cada día con más peso dentro de la formación. En base a ese triunvirato, Iglesias pretende construir su poder absoluto dentro de un partido sin disidencias. De hecho, los últimos movimientos del líder podemita dejan claro que no dudará en recurrir a las purgas si alguien se atreve a cuestionarlo.

Ante la profunda crisis interna que zarandea al partido en Galicia, País Vasco, Cataluña, Cantabria, La Rioja y, especialmente, Madrid, Iglesias ha actuado como un jerarca de la antigua Unión Soviética y ha ejercido el poder con puño de hierro. Lejos queda aquella «democracia interna» que los hacía denominarse nueva política. Kilométrica la distancia al respecto del tan cacareado consenso con los ‘círculos’. Un ejemplo de ello es la carta que envió a todos los militantes el pasado martes. El secretario general de Podemos sugería lo que le podía ocurrir a cualquiera que osara desafiar su propio statu quo. Dinámica de una política tan vieja que recuerda a la Revolución Rusa con aquella máxima leninista de que «la revolución empieza en casa». El heredero Iglesias intenta que todo cambie para que no cambie nada y así su poder sea incuestionable.

Una revolución que lo ha llevado incluso a enfrentarse a su hombre fiel por antonomasia, Íñigo Errejón. La separación entre ellos comienza a ser oceánica. Tanto es así que las pocas veces que se les ha visto juntos desde que se desatara la crisis en Podemos Madrid apenas se han dirigido la palabra. Los ‘errejonistas’ se han atrevido a poner en cuestión la autoridad de Iglesias y ello ha provocado que tengan que dimitir en masa o acabar como víctimas propiciatorias del ordeno y mando del líder. Quieren acudir a un Consejo Ciudadano Estatal, máximo órgano de decisión del partido, pero Pablo Iglesias no parece dispuesto a ceder ante aquella «gestión participativa» que se quedó olvidada en los mítines del 15M. Ahora que acarician poder, la realidad es bien distinta. Una realidad de vieja política. La que ejerce Pablo Iglesias en base a una gestión autoritaria, represiva y unipersonal.