Opinión

Óscar López, el del algoritmo

Uno de los «asuntos de Estado» que España tiene pendiente aprobar es el de la digitalización y la aplicación de la Inteligencia Artificial, dos asuntos entrelazados entre sí, en los que nuestro país anda flojo, tarde y mal. Y ello pese a los avisos, incluso multas (retenciones en las transferencia de fondos), por parte de la Unión Europea.

Los meses perdidos por Escrivá, el caos al que sometió al departamento ministerial, los nombramientos ridículos de personas incompetentes, han dejado un muy feo panorama a su sustituto Óscar López, un profesional de la política desde su más tierna infancia.

Proveer de responsables meramente políticos para abordar temas como estos que exigen un altísimo nivel de conocimiento técnico con el argumento de contar con la «confianza» del primer ministro es un flaquísimo favor a los intereses del Estado y de su pueblo. La marcha de una de las personas más capaces y prestigiosas en el mundo digital internacional como Carme Artigas hacía prever lo que está ocurriendo. Artigas conocía como nadie a Escrivá y conocía que lo del «algoritmo» le sonaba tanto como la coherencia personal y profesional. El arribismo no casa nada bien con las cosas de comer colectivas.

Mucho me temo, ¡ojalá me equivoque!, que al sustituto de pícnico en el que Rajoy confió (vanamente), Óscar López, con ancestros segovianos, le pasa algo de lo mismo. Mientras Artigas encuentra acomodo en grandes multinacionales de la cosa, los nombramientos en Digitalización e IA, realizados por el antiguo jefe de Paradores, ocurre lo que aquí se denuncia. Además de carné del PSOE o amigo(a) del ministro hay que saber algo en un mundo tan tecnificado y con el mundo libre con las velas desplegadas.

He recibido muchos mensajes acerca de los primeros pasos de Óscar López en ese ministerio, el hombre que optó en su día a presidir Castilla y León y el pueblo le propinó una óblea xacobea de las que hacen época. Hay melancolía entre los técnicos; los mejores ya han puesto sus curriculums a circular… ¡A toda prisa!