Opinión

El nuevo PP contra la horda delincuencial que nos ahorca

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Recuerden ustedes esta escena. «El Padrino», primera parte. Marlon Brando departe con uno de sus pistoleros sobre la traición de un antiguo colaborador. El Padrino mira fijamente a su gánster de cabecera, esboza un rictus medio de desprecio, medio de ajuste, y le ordena despectivamente: «Ocúpate de ‘ese’». Y ¡tanto que se ocupó! Una hora después «ese» murió acribillado. Retiren del relato el pequeño detalle del asesinato y les quedará un episodio similar a los diálogos de Sánchez con su cartuchero de antaño: Ábalos. El argot es idéntico en los dos casos, en la película y en los domésticos WhatsApp; es puramente delincuencial. «¡Que ‘ese’ no me toque los cojones!» grita el Padrino de verdad, Pedro Sánchez Pérez-Castejón. Orden impartida, orden cumplida: el artificiero, hoy en desgracia, intentó, en un par de casos acabar con la vida política de los convalecientes -¡hace falta tener poca humanidad!- Vara (este hombre ya no recuerda en nada a sí mismo) y Lambán. Se ha fumigado a los dos pero aún no ha podido con Page. Y no será por falta de ganas.

Con la hemeroteca en contra, un país que vomita cada vez que Sánchez sale en televisión, un partido, el antiguo PSOE, que está esperando su caída para salir huyendo de su regazo al grito de «yo no estaba con él», al aún presidente, cada día que pasa menos legítimo, solo le quedan los extorsionadores independentistas (¡qué poca vergüenza la del PNV!), doña Urraca Díaz que no se ha visto en otra, y los terroristas de antaño colocados ahora en Navarra como profesores de Humanidades en colegios y universidades. Y le quedan también -no se olvide el dato- el 28 por ciento de los españoles que se dejarían matar por el Padrino antes de quitarle su voto, y parte de la derecha, la derechorra de siempre de este país que, a las pruebas nos remitimos, prefiere al susodicho Padrino antes que a Feijóo. Y es que ya se sabe: el presidente del PP ni mete los tanques en La Diagonal de Barcelona, ni lleva a la cárcel a las mujeres que, contra todas las luces de la moral y la razón, eso sí, dejan practicarse un aborto. De todas estas colaboraciones se sirve Sánchez en su papel de émulo preferido del incomparable Marlon Brando.

En esas estamos cuando, con la hemeroteca supurando las guarradas sempiternas del aún presidente, y la prensa actual destapando sus miserias más domésticas, a Feijóo el preboste del PP le han entrado las prisas y, por si Sánchez urde otras elecciones adelantadas, ha llamado a rebato para celebrar un Congreso que va a ser trascendental. Les cuento tres motivos en que se basa el argumento: primera, porque va a dar la vuelta como un calcetín a ese PP anquilosado que heredó, mal que bien, de la anterior cita; segunda, porque van a saltar por los aires los Estatutos del partido que todavía consagran las estúpidas Primarias, un modelo copiado de la izquierda que solo vale para que algún paracaidista se tire en plancha a ver si aterriza en un palacio, diezmos incluidos; y tercera, porque será este Congreso la antesala de dos comicios seguros: los de Andalucía, mayo del 26, y Castilla y León, marzo del mismo año.

Durante los pasados días, Feijóo ha impuesto un silencio casi de cónclave a sus cancerberos, hasta el punto de que solo un periódico, este, anticipó -gran éxito la exclusiva- sus intenciones. Esta estrategia oscurantista le viene a Feijóo de su Galicia natal donde sus «conselleiros» se enteraban diez minutos antes y por teléfono de sus designaciones. La fórmula de Feijóo guarda un inconveniente: que convierte al PP en un partido antipático, menester del que se ocupa, con gran éxito, hay que decirlo, el ferrolano Tellado que según parece, y vista la alegría con que se mueve en estas fechas por su Grupo Parlamentario, tiene asegurado la continuación en el destino. Puedo pensar que es el único -¿qué será del portavoz Borja Semper?- que puede permanecer tranquilo por lo menos hasta el próximo lunes cuando se proclamen los encargados de redactar las Ponencias Política y de Estatutos del partido. Suele decir Feijóo que «mi discreción es un defecto formal que no pienso abandonar», desde luego no se debe fiar mucho del respeto a la confidencialidad que acredita un partido que nunca, desde las indiscreciones de la cohorte de Fraga, ha guardado un solo secreto.

El nuevo PP que va a salir de la concentración de julio debe saber -¿de verdad lo sabe?- que en esta nueva etapa se va a topar con las hordas mafiosas del PSOE compuestas por una patulea, chusma dispuesta a transgredir cualquier norma con tal de no abandonar el poder; fuera hace un frío de Groenlandia, y la mayoría de los enchufados de Sánchez no tienen donde ponerse a buen recaudo un poco calentitos. Todavía moran en el PP algunos recortados de seso que aprietan para que Feijóo no se salga de la inane moderación. Una vez, en tiempos de Aznar, escuché a uno de sus diputados dibujar la confrontación a primera sangre que se trabajaba el conciso Aznar: «Aún -me espetaba- hay aquí dentro (se refería al PP) gentes que no se han dado cuenta de que no podemos ir a la guerra con un lirio en la mano cantando ‘Con flores a María, que madre nuestra es’, mientras nos topamos con unos navajeros en la otra parte». Ahora sucede cosa igual pero Feijóo ya se ha curado de la patología templada que se trajo del noroeste porque ve enfrente a esa canalla delincuencial que imita, entre alaridos, al Padrino más cruel. Del Congreso de julio va a salir -me cuentan- una organización que dará por perdido al actual Vox. Al PP le separa de Abascal esta gran diferencia: unos quieren ganar a Sánchez, otros, le pretenden aniquilar. Tampoco vamos a meternos en las formas de los «Feijóos» y de los «Abascales». Están a la vista.

P.D. ¿Contraprogramará Sánchez el Congreso de Feijóo realizando un cambio de Gobierno sustancial? El rumor ocupó los primeros días de esta semana y aún sigue, así que ¡ojo! con el sujeto.