Opinión

En el nombre de Morfeo

Morfeo es el Dios del sueño y los que a través del Festival de Teatro Clásico de Mérida hemos ido conociendo a los clásicos aprendimos de su leyenda y de su mística. De Morfeo recuerdo sobre todo la escultura en el Louvre, maravillosa, con esas alas levantadas, siempre alertas en medio del sueño. La expresión más contemporánea de Morfeo es la encuesta del CIS que se conoció hace unos días. Es, sin duda, el sueño de una noche de verano parafraseando a Shakespeare. Hace mucho tiempo que las encuestas perdieron su esencia. Excepción hecha de grandes profesionales, las encuestas se han convertido en herramientas ad hoc para un objetivo concreto. Se utilizan para modificar percepciones, para crear personajes, incluso para impulsar partidos y para fomentar actitudes. Hay mucho de «preverdad» en todo ello porque se trata de modificar la conducta del consumidor o del votante —según del tipo de encuesta de la que hablemos— antes incluso de que aparezca. En España tenemos casos recientes. Tras las elecciones catalanas, presenciamos un tsunami de encuestas perfectamente orquestadas, perfectamente secuenciadas, perfectamente espaciadas en un corto espacio de tiempo, en el que un partido crecía como la espuma. Era un crecimiento demoscópico porque puedo asegurar que en el Congreso seguían teniendo los mismos representantes.

Una ilusión a través de encuestas interesadas destinada a influir en el votante, a influir socialmente en sus comportamientos y sus percepciones. Uno suele apoyar aquellos proyectos que tienen opciones de ganar en la mayoría de los casos, y lo mejor para que los votantes empiecen a plantearse dar su papeleta a un determinado partido es que , aunque sea un sueño o una ilusión, se genere esa sensación de que ese partido puede ganar. En el caso de nuestro país todo este idilio acabó con aquel : «La Legislatura ha acabado», que retumbó en la sala de prensa del Parlamento por parte de Ciudadanos. Se consumó el divorcio. Acabó para ellos porque se les cayó el castillo de naipes, porque con su actitud ayudaron a tumbar a un gobierno, los medios viraron y a partir de ahí el objetivo de las encuestas es otro. En este caso una mala estrategia terminó con todo un esfuerzo de ingeniería social. Desde entonces nada se sabe de ese partido ni de su líder. Pasó a mejor vida su idilio con las encuestas. Y la «preverdad» cambió el objetivo. Alguno ocupó el CIS, puso a alguien de confianza y comenzó a trabajar estos conceptos en su beneficio.

En dos meses de charanga , fotos y gestos faltaba algo. Se estaba creando la imagen de un presidenciable, igual que intentaron hacer con el otro, exactamente igual, pero en este caso con los recursos ilimitados de un aparato mediático propio y alquilado. En el caso de Sánchez faltaba una encuesta de un instituto solvente para abrir durante días telediarios y medios de prensa escritos y digitales, y ese soporte se lo tenía que conceder el CIS. Y como todo lo que rodea a Sánchez en el Gobierno, nada es aleatorio ni accidental. El 30% no es un numero al azar, es el porcentaje de votos de un candidato presidenciable, un candidato que , en esa ilusión demoscópica, se dispara del resto y toca con los dedos el 30% de la voluntad de los españoles, cerca de los que obtuvo Rajoy en 2016. Ya había todo un ejercicio de mercadotecnia alrededor de Sánchez pero con la encuesta de un centro tradicionalmente solvente ahora querían que hubiera un líder. El mismo que busca con ahínco estrechar la mano de Merkel o Trump ya alcanza el 30% en ese sueño.

Pero hay que dar un paso más, y hacer el personaje aún más presidenciable. Sánchez, pese a este porcentaje de votos, pese a este impulso de esta encuesta, no convocará elecciones por responsabilidad. Cualquiera que conoce al personaje estaría convencido de que las convocaría al día siguiente de verse con un voto por encima del resto, pero no es el caso. Se ha tratado de vestir la ilusión demoscópica con responsabilidad. Morfeo era el Dios del sueño. En Moncloa soñaron con un líder al que tenían que dar un impulso en las encuestas. No era suficiente asaltar RTVE . El verdadero trofeo era controlar el CIS, controlar esas encuestas que la gente cree, que la prensa transmite a través de decenas de portadas. De nuevo Iglesias se equivocó de objetivo. ¿Para qué la tele teniendo el CIS? El objetivo es hacer de Pedro Sánchez un presidente. Con gafas o sin gafas. En la época de la «preverdad», en la que se intenta manipular de forma sutil en ocasiones o grotesca como en esta la opinión de la sociedad, es complicado estar alerta, es complicado saber quién te dice la verdad y quien intenta manipular tu opinión o peor aún quien intenta crearte una nueva opinión a través de ilusiones o sueños de otros. Morfeo no disfrutaría viendo este espectáculo de ingeniería social en su nombre. En el nombre de Morfeo.