No es tiempo de cobardes
Ferraz implosiona al tiempo que los españoles se desesperan por completo. Como si la situación de parálisis actual no fuera suficientemente grave, los ciudadanos asisten estupefactos a la guerra civil que hay montada en el que debería ser el principal partido de la oposición. Las críticas cruzadas entre los barones regionales del PSOE y la dirección nacional le hacen un flaco favor a nuestra realidad política. Los líderes contrarios a Sánchez han tardado demasiado en posicionarse y ahora, cuando la situación se hace insostenible, han de abandonar los mensajes a distancia y recuperar el tiempo perdido a través de un proyecto de urgencia que remedie el desvarío gestor del secretario general. Tanto el Partido Socialista como el propio país necesitan más que nunca un nombre propio que restaure la cordura en la formación y esté dispuesto a acabar con el bloqueo político.
La huida sin retorno de Pedro Sánchez hace más débil a los socialistas y también a España. Hablamos de una formación imprescindible para garantizar la unidad nacional y el equilibrio político. Antídoto a base de tradicional socialdemocracia contra las iniciativas populistas y radicales que brotan como una pandemia. El actual es, en definitiva, un contexto para valientes. El momento óptimo para que los líderes descontentos con Sánchez —que son muchos— arriesguen y pongan en pie una idea de futuro. Un punto y final a la historia interminable del secretario general y sus impenitentes noes. «No» al sentido de Estado, «no» a acatar lo que decida el Comité Federal, «no» a dimitir —aunque se lo sugiera la propia presidenta del PSOE, Micaela Navarro— si le tumban el Congreso de diciembre… No, no y mil veces no. A pesar de cosechar por dos veces los peores resultados en la historia del partido, el madrileño se agarra al sillón como si fuera la tabla de un naufrago justo antes de hundirse.
Sánchez ha demostrado un nulo sentido de Estado. Contradiciendo al filósofo Aristóteles, su ombliguismo conceptual ha convertido la política española en el arte de lo imposible. Él sabe que más allá de la cosa pública le espera la irrelevancia total. De ahí que defienda su posición con la cerrilidad de quien no tiene nada que perder, aunque eso conlleve el descrédito de unas siglas con 137 años de historia. Una referencia indiscutible durante el siglo XX en España y que, ante el secuestro de su actual dirigente, debe ser rescatada por alguien lo suficientemente audaz como para desbancar a un hombre que no se cansa de devaluar la cotización de su propia fuerza política a base de perder elecciones tras elecciones y cada vez con peores resultados.
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