Opinión

No se puede ser más castuza en menos tiempo

Ahora Madrid está buscando con ahínco su ingreso en el Libro Guinness de la casta y a este paso tardará muy poco en conseguirlo. Cumpliendo con uno de los preceptos ineludibles de la más vieja y rancia política, Manuela Carmena ha convertido el ayuntamiento en una agencia privada de colocación podemita. El caso más reciente es el de Samuel Romero Aporta, hijo de una candidata a las primarias del partido, que, con tal sólo tres años de experiencia en el currículo, dirigirá una empresa municipal con 125 millones de presupuesto anual, actividad por la que cobrará 100.000 euros de sueldo. Algo que sería inverosímil en cualquier mercado laboral europeo pero que, Carmenada mediante, se ha hecho realidad en la capital de España.

Romero, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, se licenció en 2012 y no ha ocupado ningún puesto de relevancia en sus menos de cuatro años de actividad profesional. De hecho, con su perfil, y si hubiera competido de igual a igual con otros candidatos en cualquier proceso de selección, apenas le hubiera dado para superar el estatus de becario. Sin embargo, a partir de ahora, y para mayor descrédito del consistorio de Podemos, se hará cargo de Madrid Calle 30, sociedad con un 80% de participación municipal. O, lo que es lo mismo, donde la práctica totalidad de los 502 millones de euros desembolsados por la empresa desde 2005 ha sido apoquinada por todos los madrileños. Recursos que ahora caen en las manos de un neófito cuyo único mérito es ser hijo de una sindicalista adscrita al partido dirigido por Pablo Iglesias.

Su madre, Rosa Aporta, es, además, una persona muy cercana al concejal de Hacienda, Carlos Sánchez Mato. Motivo suficiente según la praxis de los morados —junto con la filiación política— para que Samuel Romero pase a llevar traje cuando apenas se ha ensuciado los vaqueros. Un ejemplo más de que la castuza más cínica también mora entre los representantes de esa «nueva política» basada en las lecciones morales, el buenismo de salón y los discursos cargados de una grasienta superioridad moral. Casi como si de monarcas despóticos del siglo XVIII se tratara: «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». Ese y no otro, amén de basuras y tráfico, es el Madrid que están construyendo entre Carmena, Maestre, Zapata y el resto de ínclitos pertenecientes a la banda.

Pese a su gravedad, éste es tan sólo un capítulo más del flagrante nepotismo instaurado por Podemos en el Palacio de Comunicaciones. Hace menos de una semana, OKDIARIO les contaba en exclusiva cómo Luis Cueto, presidente de Ifema y sobrino de Manuela Carmena, permitía que Jorge Muriana, hijo del presidente de Mercamadrid, Tomás Muriana, organizara eventos en Ifema a dedo, sin ningún tipo de concurso. ¿El mérito? Sólo ser el vástago de un amigo íntimo de la alcaldesa. En estas manos está el Ayuntamiento de la capital del país. Hechos que, por sí solos, deberían de ser suficientes como para que los miembros de Ahora Madrid salieran a dar explicaciones. Acciones que desmontan cualquier intento demagogo de fatua propaganda y que demuestran que, al final, la nueva política es peor incluso que la vieja política.