Opinión

«No a la guerra» de los socios de Sánchez

Hace un par de semanas escribíamos acerca de la situación creada en Ucrania por la decisión de Putin de marcar como línea roja la eventual entrada en la Alianza Atlántica de ésta, traspasada la cual, pasaría a la acción. Si tenemos en cuenta que desde la implosión de la antigua URSS son bastantes de esas repúblicas las que están ya en la OTAN e incluso en la Unión Europea, parece obligado preguntarse el porqué de esa actual obstinación rusa. El primer argumento es geopolítico, invocando Putin razones de seguridad, pues según él una Ucrania en la OTAN constituye una amenaza para Rusia de acuerdo a lo dispuesto en las conclusiones de la Conferencia de la OSCE de 1975 en Helsinki.

Pero también hay un motivo emocional y ante todo de orgullo herido, argumentos todavía mayores para Putin que, al igual que el común de sus compatriotas rusos, vive como un desgarro de su identidad nacional la secesión ucraniana producida en 1991 en el marco del final de una década histórica que comenzó en 1981. Resume y compendia ese sentimiento lo dicho por el entonces líder del PNV Xavier Arzallus cuando se produjo la secesión de Ucrania el 25 de agosto de ese 1991: «Lo sucedido era inimaginable, es como si Castilla se independizara de España». Ante esta realidad se puede invocar que la geoestrategia mundial no está condicionada por sentimientos sino por intereses, a lo cual cabría oponer la conocida frase de Blaise Pascal: «El corazón tiene razones que la razón ignora». Aunque el pensador francés lo aplicaba a los hombres, puede perfectamente predicarse del corazón de una nación, que compendia los sentimientos de un pueblo. Hoy en día distinguimos la inteligencia racional de la inteligencia emocional, y es preciso no olvidarlo al hacer un análisis adecuado de la situación que se vive en la zona, con Rusia y EEUU de protagonistas enfrentados por Ucrania, con importantes intereses económicos también en juego. Aquí las «razones» son las emociones de alma rusa.

Así, si para los norteamericanos se trata de una cuestión importante de geoestrategia, para Rusia, además de eso -como decimos- consiste también en una razón de orgullo y sentimientos. Ignorarlo puede ocasionar decisiones equivocadas de consecuencias imprevisibles para toda Europa. Rusia añora su pasado imperial y, pese a su enorme superficie, reivindica su «espacio vital» de conocidas y preocupantes resonancias históricas. No hay que perder de vista los acontecimientos que tuvieron su epicentro en Rusia y el comunismo y que se desencadenaron tras el atentado que sufrió el Papa -hoy san Juan Pablo II- precisamente un 13 de mayo, aniversario de las proféticas apariciones de Fátima. La Unión Soviética duró escasamente 70 años, pero Rusia, o más propiamente el imperio ruso, la madre Rusia o la Rusia de los zares, se hunden en la Historia. El gran error de Occidente fue confundir la desaparición de la URSS y del comunismo soviético con la de la misma Rusia.

Ahora tan cierto es que la UE no va a ir a una guerra por salvaguardar la soberanía de Ucrania, como que en este envite los estadounidenses no arriesgarán la vida de sus compatriotas. Pero Rusia sí está dispuesta a ambas cosas para impedir una pérdida definitiva de Ucrania, que sería la consecuencia inexorable de su incorporación a la OTAN. Putin conoce esa realidad y está poniendo a prueba la capacidad y, sobre todo, la voluntad de reacción de «su socio», como muy sutilmente ha calificado Lavrov a su colega norteamericano Blinken en Ginebra. Este fin de semana Biden se ha reunido con su equipo en Camp David para preparar la respuesta por escrito a las cuestiones formuladas por Rusia tras una semana intensa de encuentros con la OTAN y la UE y bilateralmente con ellos.

Mientras Europa -convidada de piedra- contiene el aliento, Sánchez saca pecho intentando ganar credibilidad y ser atendido por Biden enviando barcos y aviones al teatro de operaciones. La posición adoptada por sus aliados separatistas y podemitas es un dato muy significativo, al guardar silencio sobre la amenazada  Ucrania mientras arropan  a Rusia, renovando la campaña del «No a la guerra» ahora desde el Gobierno. Quien quiera entender, que entienda.