Opinión

Ni impetuoso ni homérico

Produce una inmensa tranquilidad asistir a la contundente reacción de Feijóo ante la cesión del anhelado cupo vasco a la catalana a cambio de la investidura de Illa el Educado. El líder del Partido Popular ha convocado a todos sus presidentes de las comunidades autónomas, más Ceuta y Melilla, para septiembre, ante el desafío histórico que vive España.

No es una convocatoria cualquiera, lo hace en clave de urgencia. Menos mal.
Dicho así, pudiera parecer que pasa algo muy grave, pero de aplazable resolución en el tiempo. Es decir, no vamos a arreglar nada en agosto que no se pueda hacer en septiembre. Bien. Ese pequeño país que está ahí arriba, según definición de Guardiola, nunca ha querido participar del café para todos, como es lógico. La catalanidad, cosa que jamás sabremos qué es, lo justifica.

Así pues, Cataluña ha conseguido lo que podríamos llamar el café flat white de Starbucks de la política española. Y lo más probable es que durante la legislatura consiga añadir sirope de todos los sabores a su exótico café con extra de canela, además de la propina pactada con el fugado Puigdemont por no fastidiar la investidura del Educado, que no sabemos en qué consiste. Todo por la convivencia.

Es cierto que el hecho de que Feijóo anuncie la convocatoria el día 12 de agosto para el mes de septiembre podría inducir a pensar que el desafío no es ni tan histórico ni tan urgente, pero las prisas son sólo para los ladrones y los malos toreros, y el líder popular no es ni una cosa ni la otra. Ni que fueran autónomos o gente del común como para trabajar en agosto.

No, Feijóo tiene su estilo. Es un pulcro cumplidor del undécimo mandamiento: no molestar. Y a mí eso me gusta muchísimo. Nada más incómodo que un jefe pesado, que no respeta el descanso de sus empleados. Que los hay. Fascistas todos.

Con ese exquisito y loable ánimo de no perturbar el oportuno sosiego del prójimo, ya sea en su descanso estival o en su paz interior –y exterior –, Feijóo no cae en el pésimo gusto, por ejemplo, de llamar a la mujer del presidente del Gobierno al Congreso para dar explicaciones de sus poco estéticas relaciones y actuaciones empresariales y académicas. Política de guante blanco. Todo un señor. Algunos, en su maldad, lo calificarán de poco eficaz, pero lo dicho, es un caballero. No me atrevo a decir «español», pero sí que es un caballero de este país.

El popular tiene su particular manera de hacer las cosas y eso imprime carácter y personalidad a un político. Me gustaría decir que es el hombre tranquilo, pero no puedo compararlo con el gran John Wayne, El hombre tranquilo por excelencia, en su maravillosa refriega amorosa con Maureen O’hara con un Barry Fitzgerald que lo defina como ¡impetuoso, homérico!. Pero no, el gallego no es precisamente ni impetuoso ni homérico, al menos en política.

En su peculiar forma de hacer oposición, Feijóo lleva la contraria a la sabiduría popular –cosa que yo siempre aplaudo–. Él es más de dejar para mañana lo que puede hacer hoy. Eso está muy bien porque no produce alarmismo y es de agradecer por los que, llevados por una injustificada ansiedad, nos ponemos un poco nerviosos cuando vemos que en pleno agosto, que es lo mismo que decir con nocturnidad y alevosía, Sánchez ha pactado el cupo catalán en detrimento del resto de las comunidades para poder gobernar Cataluña.

Reconozcamos que la ultraderecha es muy de preocuparse por todo. Es como esas madres que pierden los nervios cuando su niña sale por la noche de fiesta a una no-go zone de Londres. La ultraderecha es una histérica, las cosas como son.

Alberto hace de la procrastinación una virtud. El líder del PP es un ejemplo de saber desconectar y cuidarse. No puedo evitar cierta envidia. Y, además, mira por los suyos. No me refiero a sus votantes ni a España, sino a sus políticos. «Descansad, que os quiero fresquitos en septiembre para afrontar la crisis de primeros de agosto».

El Partido Popular es un partido nerudiano, que gusta cuando calla porque está como ausente –y lo está–. Esto contribuye mucho a no fomentar la crispación y eso, queramos o no, facilita muchas cosas. Las facilita para el PSOE, es cierto, pero las facilita. Porque luego, cuando se trata de las cosas de comer, ahí está siempre el PP al quite para pactar con ellos a la espera de heredar y disfrutar lo pactado. In Spain, we call it «sentido de estado».

Quizá por todo ello, González Pons, entre pornonovela y pornonovela, saca tiempo para anunciar que es posible la interlocución de su partido con Junts, siempre dentro del marco constitucional. Sólo falta saber dónde ha quedado el marco, porque cualquiera pensaría que el cuadro está desencajado.