Opinión

La e-moción de la moción

  • Carlos Dávila
  • Periodista. Ex director de publicaciones del grupo Intereconomía, trabajé en Cadena Cope, Diario 16 y Radio Nacional. Escribo sobre política nacional.

Como todavía me queda una fuerte afección por lo analógico he preguntado a mis informáticos de cabecera -que son varios, porque uno solo no me soportaría- qué se entiende en ese lenguaje nuevo por este término que ya manejan hasta los políticos: e-moción, dicen y seguro que no saben exactamente de qué están hablando. Pues bien: mis expertos me aclaran que, de una forma aproximada, el palabro puede encuadrarse en los que ellos denominan nada menos que «comunicación afectiva», o sea, los elementos que pueden estimular o frenar las emociones humanas. Desde mi agnosticismo tecnológico puedo entender que se trata de un sistema enormemente peligroso que ni siquiera los psiquiatras (los psicólogos son otra cosa) están ahora mismo en condiciones de controlar. Pues bien, ustedes me dirán: y ¿a cuernos de qué viene este limitado rollo con que les he castigado? Pues viene a lo siguiente: a la confesión de un distinguido/a miembro/a de Vox que se acoge a esta novísima denominación para justificar el objeto de la moción de censura que este jueves presentaron al alimón Santiago Abascal y el profesor Ramón Tamames.

Y es que el fin primero que se propusieron hace sesenta días, que esa es otra, los ideadores, que no ideólogos, de la iniciativa fue recuperar el foco mediático a base de conducir a los españoles a un marasmo de convulsiones fuertes referidas, claro, al destrozo que Sánchez está perpetrando contra España, contra sus valores clásicos y contra las instituciones nacidas en 1978 con la Constitución. Por ejemplo: ¿quién entre los votantes tópicos de la derecha, o incluso del centro-derecha no se ha conmovido ante dos leyes letales como la del Aborto o la Eutanasia? Pues eso: ahí -señalan en Vox- radica nuestra responsabilidad de exigir la eliminación de estas alteraciones antinatura y, desde luego culpabilizar al Partido Popular de su connivencia con ellas. Ese era, de entrada, el castigo que los gestores de la moción pretendían infrigir al PP, ese junto con otro objetivo claro: recuperar el protagonismo del foco mediático que la derecha radical tiene perdido desde la conclusión del pasado año. Esa era, y es, la comunicación afectiva: la e-moción en suma.

Pero, ¿qué ha ocurrido? Pues que el dúo estático más que dinámico (a Tamames, desgraciadamente para él, ya no se le puede aplicar este adjetivo) ha pinchado en hueso y la displicencia con que, desde el primer momento la organización de Feijóo acogió el plan, y la nula receptividad que ha encontrado en la inmensa mayoría de la opinión pública, ha hecho recaer a sus promotores en la necesidad de hallar otras razones para justificar la acometida parlamentaria de la semana que viene. Y ¿qué se les ha ocurrido? Pues poca cosa la verdad según se demostró en la comparecencia conjunta de los cantores aliados de la moción. Y es que ni siquiera le tentativa de provocar a los próximos, según ellos, del PP, les ha funcionado. El pasado miércoles y en una más de las asombrosas sesiones de control al Gobierno en el Parlamento, ausente Sánchez en un innecesario e irrelevante encuentro con los gobernantes portugueses, su ministro de la Presidencia se mofó literalmente del vehemente y encendido Gil Lázaro, ahora Vox, antes PP, y no le dedicó un minuto de réplica, antes bien su diatriba se dirigió contra la bancada PP, lo que demuestra por anticipado que al Gobierno y su partido, los chicos y chicas de Vox, les importan una auténtica higa; sus rivales son los muchachos y  muchachas de Feijóo. Pinza Gobierno-Vox.

Esta constancia trasluce lo siguiente: Sánchez y su cohorte filibustera le han cogido el número a la tropilla vocinglera porque ya saben que Abascal hace tiempo que ha renunciado a convertirse en alternativa de nada, su obsesión es ocupar poder, influencia y dinero en todos aquellos puestos en que el PP les precise para gobernar. Vox -lo repite con asiduidad su antigua estrella, Macarena Olona- es una facción mínima de “establecidos” que pretende seguir aprovechándose de las dádivas que, porque no tiene o no tendrá otro remedio, tiene que ofrecerles el poder del PP. Los ejecutivos de Abascal se aseguran así vida propia mientras dure el chollo y puerta de salida si es que alguna vez se acaba. Vox es ya y ahora mismo una dependencia, ni siquiera una franquicia, del auténtico mando externo de la ultraderecha: la Fundación Disenso que preside el propio Abascal, que bien se la ha trabajado para convertirla en otro mueble más de su propiedad. Disenso es, a su vez, una tapadera del sectarismo ultra que vomita El Yunque, esa organización clandestina y muy dañina que pretende gobernar España a su manera porque, literalmente, Dios así se lo ha ordenado. Esta sí que es la comunicación afectiva de la que venimos escribiendo. Otra emoción más modesta, aunque plena de expectación, es la que pueda despertar Tamames en la próxima semana. Existe, de entrada, una contenida conmiseración ante la imagen de un personaje respetado por nuestra sociedad académica e intelectual que, acosado en su egocentrismo indisimulable, se ha prestado a convertirse en acólito de las bravuconadas de Abascal y las gentes de su estricta obediencia. Otra cosa es la impiedad con que también Abascal se ha aprovechado de su contratado pívot para reconquistar lo ya perdido: el protagonismo político. ¿Se puede hablar de crueldad con el prójimo, en este caso con Ramón Tamames? No se puede decir que no. La e-moción de la moción está servida y de antemano algo se puede prever: que Vox, o sea Disenso, o sea El Yunque, le han prestado un enorme servicio al insufrible Pedro Sánchez.