Opinión

Mitin en Murcia: «Soy el PSOE»

Se abre el telón y aparece el presidente disfrutándose delante del espejo. Se acicala para el mitin en Murcia. Begoña entra en el baño: «No estás siendo estratégico. No gastes tanto maquillaje, no genera impacto positivo». El presidente se gira y le contesta: «Si ya sé que no, pero if is yes». Ella se ríe con ganas. Él la abraza, diciéndole: «Esta noche te voy a releer la carta de amor en el lecho. Si quieres, le pido a María Jesús y a Teresa que vengan y hagan los coros. Luego te veo, rubita de mi corazón. Di que vas a clase y ponte a tomar el sol, que me gustas más bronceadita. Recuerda que, para mí, el chuletón debe estar al punto y no en su punto». Es el día de su aniversario de boda.

Se sube al Falcon para ir a Murcia. Se siente desfallecido por el footing matutino, así que pide un té marroquí. En un plis plas está en el estrado, con sus pantalones vaqueros pitillo. Se pasa la mano por el pelo. Sonríe, mientras se humedece los labios resecos. Son las seis de la tarde. «¡Progresistas, lo hemos vuelto a hacer!». Abucheos, gritos al son de traidor e impresentable. «Gracias, compatriotas. Soy un hombre enamorado y la economía va como la carrera de Taylor Swift». El público se pregunta quién es esa individua; alguien aclara que es una cantante americana que, sin saber muy bien cómo ni porqué, ha dado un concierto en el Bernabéu y ni Michael Jackson en sus mejores momentos, pero que antes y después no la conocía ni su padre.

Suena de fondo una canción de la rubia americana y una enorme cortina de humo aflora desde el suelo. Sale de ella María Jesús Montero. El público le silba al unísono. Ella da las gracias y trata de calmar la jauría que ha ocasionado a viva voz: «Puigdemont ya es libre». Vómitos, crisis epilépticas, desmayos. En ese momento de incertidumbre se apagan las luces. Apenas unos segundos de oscuridad y unos focos estallan con todo su esplendor. Una alfombra roja se despliega sobre el escenario. Desde el cielo, en un columpio de flores rojas aparece Begoña vestida como Taylor Swift. El presidente asciende la mirada y su corazón da un vuelco. Desde arriba, mientras desciende, ella le dice: «Este es mi regalo de aniversario, amor».

Al llegar al suelo, comienza una especie de coreografía copiada de la que la americana realizó en el Bernabéu, pero se tropieza y cae rodando. Se levanta sin problema, tiene un máster en hacer el ridículo, así que avanza sin complejos. Con el micrófono en la mano, comienza a hablar: «Mi marido lo ha vuelto a conseguir. Gracias a la amnistía, el conflicto catalán ha desaparecido». El sector más lejano del mitin grita: «Independensia, independensia». En ese momento, el presidente vuelve a tomar la palabra: «Magnífico espectáculo que representa el verdadero feminismo, pichona, gracias. Luego te daré otro máster, te lo has merecido. En cuanto a ustedes, como muestra de mi agradecimiento con la calurosa acogida de hoy, les adelanto que el nuevo presidente de Cataluña será Puigdemont. Sin más, sin pastillas ni zapatillas, que para algo yo soy el PSOE y el representante de todos ustedes».

Los actores vuelven a casa. Ya en el lecho, el presidente cae rendido, nada de chuletas ni coros, la promesa se fue con el viento. Ella reclama su parte, diciéndole que le preocupa su credibilidad. Él, justo antes de cerrar los ojos y comenzar a roncar, le susurra: «Estoy agotado, recuerda que yo hago todo por el pueblo. Transfórmate de forma social competitiva». Begoña se quita las últimas flores del pelo, mientras dice: «El impacto de lo ocurrido ha sido real, una transformación activa ha sucedido en mí. Voy a definir mi nuevo propósito: una estrategia transversal para ganarme más y mejor tu atención. Quiero métricas para medir tu enamoramiento real, ver si la inversión que hago tiene impacto, si emprendo o «intraemprendo» de acuerdo a tus credenciales». Él ronca sin parar, mientras ella sigue buscando rendimiento a su cátedra.