Opinión

La mirada Bretón

A Sánchez, el cambio cromático le ha pillado con la mandíbula batiente. Tanto desvirtuar la realidad sobre un clima que no causa los destrozos que su política ideológica sí provoca, que el deterioro se le nota en cada arruga tullida y cada morrito postureado. Su cara demacrada denota que el poder no perdona los excesos ni tampoco tiene piedad con los malvados, sobre todo, aquellos que no duermen con la conciencia tranquila, ensuciada por tanta mentira y felonía. Acudió a la entrevista con TVE, masaje nodal en plataforma múltiple, para protagonizar la penúltima tomadura de pelo a los españoles, a los que tiene por idiotas, y a quienes aún votan y confían en su palabra, que son tantos como sus subvenciones al no pensamiento y crítica.

Le faltó caracterizarse de Joker como el recordado Heath Ledger en ‘El caballero oscuro’. Las mismas muecas, el mismo rostro de persona con serios desórdenes mentales (los morales ya los conocíamos), la misma falta de compostura en los temas serios e idéntica suficiencia para despreciar la verdad con su habitual tono susurrante de confesor doliente. Y todo, para recibir peloteo del bueno, el que siempre ofrece Pepa y asociados en ese entramado de propaganda barata en la que se ha convertido la televisión de algunos. Ahora se jactan en el Consejo de Activistas de RTVE de la entrevista realizada a nuestro Kim Jong-un patrio, y lo hacen en un documento que ni un púber escolar redactaría peor, lo que confirma el sesgo de incompetencia que anida en esa prescindible casa de palmeros.

Lo peor de Sánchez no fueron sus mentiras, tan predecibles como su ética autócrata, sino su mirada, esa mirada Bretón, de sujeto peligroso, de quien no siente ni padece. Esa mirada hierática y perdida, que te fija y convence por lo que representa, que oculta en su silencio lo que refrenda con sus acciones. Un tipo que entierra la decencia en salva sea la parte, mientras el poder le consume poco a poco, lo que tarde un etarra y un prófugo en pulsar el botón de caída. Mientras los enemigos España, que le sostienen porque paga, construyen su cadalso político, Pedro Bretón obliga a sus fieles huestes a dibujarle una imagen de persona cabal y sensata, al que le importa la nación que desquicia con sus vaivenes personales y destroza con sus desquiciadas decisiones. Exige con cada ‘Aló Presidente’ que le recoloquen los chacras místicos de la solidaridad y el humanismo, compasivo con su suerte política, al mismo tiempo que sigue hurtando del debate público presupuestos y convivencia, raciocinio y gobernanza. Para sus engaños de hemeroteca no hubo tiempo.

Su increíble capacidad para desvirtuar la realidad y dibujar en la mentalidad colectiva, trasunto de su alma perturbada, una España irreal, provoca náuseas al que aún confía en la salud de las instituciones, dentro un sistema putrefacto y corrompido. Dijo, compungido y retorciendo esa conciencia inexistente, que fue implacable con la corrupción. No sólo no lo fue, sino que viajó con ella y compartió cama para ella. Su familia y entorno político están imputados o procesados por corruptos. Afirmó que tenemos un problema con el cambio climático, negocio en el que medran sus amigos y camaradas, y cuando asentía con la cabeza, en sus carrillos y párpados se dibujaba el único cambio cromático que de verdad acabará con algo. Fue el epitafio a una legislatura en la que el gobierno que preside se dedicó a subvencionar los problemas que no resuelve y a desaparecer cuando la solución apretaba, y también a comprar más caro el poder que no merece, mientras la justicia arrincona sus delitos. Por eso, por estar donde estaba y ante quien le escuchaba, soltó la frase que cierra su despótica deriva: «hay jueces que no están haciendo su trabajo». Y siguió con su mirada Bretón, enterrando cualquier esperanza de sentido común en el monstruo.